El viernes nos invitan a un jardín a las afueras de Isfahan, propiedad de uno de los artesanos que trabajan la plata más importantes de la ciudad, a preparar y comer kabab con Massud, Elham, la familia Ghaneian y los dueños del jardín, en total más de 20 personas. El señor Ghaneian es miniaturista y me ha regalado una alubia blanca con la cara del poeta Ferdowsí. El coche de Massud con las puertas abiertas despide música persa a todo volumen. Yussof enciende el ghalian, la pipa de agua, y algunos fuman. En mi honor han traído un poco de vino de fabricación casera. Massud quiere bailar pero nadie le sigue. Es un hombre alto y delgado, oscuro de tez, con unos ojos enormes y penetrantes. Acabamos bailando él y yo entre palmas y risas. La manera de bailar de los hombres en Irán me parece de lo más sexi y provocativa, vaya, que Massud, que baila estupendamente, me parecía un escándalo, no me atrevía ni a mirarlo. No he tenido más remedio que salir a bailar ante la insistencia de él y de los otros y reconozco que ha sido un elemento más de diversión para todos. Después los hombres, los chicos y una chica juegan al fútbol. Entre árboles, nogales, granados, manzanos, perales, parras y pinos, con el sonido del agua que sale a borbotones del lomo de unos cisnes enormes de cemento pintado, la tarde del viernes discurre agradable. El tiempo empieza a refrescar y se agradece un chal sobre los hombros.
Por la noche viajo con Jamileh a Mashhad. En el autobús que nos lleva desde la Terminal hasta el avión un hombre dice una fórmula religiosa en voz alta y todos responden, hombres y mujeres, en voz alta o moviendo los labios. Se nota que la mayoría va de peregrinación al mausoleo del emam Rezá, el octavo emam shií, muy venerado por los iraníes. Frente a mí hay dos chicas con zapatos azul cielo brillante de tacón de aguja, abrigos negros ceñidos y tupé altísimo medio cubierto por pañuelos azules con brillo de pailletes. Las dos llevan un neceser de plástico en la mano, una azul y la otra rosa. Van muy pintadas. Cuando el hombre se pone a decir la oración una de ellas me lanza una mirada y esboza una sonrisa casi imperceptible, la contesto de la misma manera.
Será un milagro si este avión vuela y llega a buen puerto. He cambiado un vuelo de Iran Air con escala en Teherán, por este charter directo que sale a las 12 de la noche y es para peregrinos. Las partes de metal están chafadas o abombadas
Por la noche viajo con Jamileh a Mashhad. En el autobús que nos lleva desde la Terminal hasta el avión un hombre dice una fórmula religiosa en voz alta y todos responden, hombres y mujeres, en voz alta o moviendo los labios. Se nota que la mayoría va de peregrinación al mausoleo del emam Rezá, el octavo emam shií, muy venerado por los iraníes. Frente a mí hay dos chicas con zapatos azul cielo brillante de tacón de aguja, abrigos negros ceñidos y tupé altísimo medio cubierto por pañuelos azules con brillo de pailletes. Las dos llevan un neceser de plástico en la mano, una azul y la otra rosa. Van muy pintadas. Cuando el hombre se pone a decir la oración una de ellas me lanza una mirada y esboza una sonrisa casi imperceptible, la contesto de la misma manera.
Será un milagro si este avión vuela y llega a buen puerto. He cambiado un vuelo de Iran Air con escala en Teherán, por este charter directo que sale a las 12 de la noche y es para peregrinos. Las partes de metal están chafadas o abombadas
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