Hace mil años un hombre,
Ferdowsí, tuvo una idea genial, escribir la historia de los reyes persas desde
el comienzo de los tiempos y hacerlo en lengua persa. Con ello marcaba una
inflexión en el proceso de suplantación de la lengua persa por el árabe de los
conquistadores y daba alas a la identidad persa.
Parece ser que Ferdowsí nació en Tus, al noreste de Irán, en el año 940
d.C. y que por ser un pequeño terrateniente gozaba de cierta independencia
económica, lo que le permitió empezar con su afición literaria. Sin embargo,
necesitó apoyo económico y lo obtuvo del gobernador samánida de Tus. Cuando la
dinastía Samánida fue derrotada por Mahmud-e-Ghazní en el 999, buscó ayuda con
los nuevos gobernantes y fue incluso a la corte de Ghazní para presentar su
proyecto en persona. Aunque al principio gozó allí de una cierta popularidad
las cosas se torcieron, o porque se fueron sus protectores, o debido a
calumnias, o también se dice, porque el rey era suní y no le gustaba tener a un
literato chií como era Ferdowsí. Según relata otro poeta de la época, Nizam
Aruzí, Mahmud-e-Ghazní le pagó a Ferdowsí una cantidad irrisoria por su poema. Ferdowsí,
en el epílogo del Shahnameh, dice ser un hombre viejo que ha dedicado toda su
vida en completar esta obra. La finalizó en el año 400 de la Héjira, el 1010 de
nuestra era.
Después volvió a Tus donde murió
hacia 1020. Nizam Aruzí cuenta que el rey Mahmud se arrepintió de haber pagado
tan mal al poeta y le mandó una caravana de camellos cargados con índigo. La
caravana entró por una puerta de la ciudad al mismo tiempo que salía el cuerpo
de Ferdowsí por la otra. La hija del poeta rechazó el regalo por considerarlo
un pago demasiado tardío.
En su obra, Ferdowsí incorpora unos 1000
dobletes del poeta Daiqiqi que había empezado el proyecto sobre la historia de
los reyes persas pero fue asesinado.
Se conservan varios manuscritos
del Shahnameh, de diferentes longitudes y varía su estado de conservación.
Algunos solo son partes o incluso páginas sueltas. El primer manuscrito que se
conoce del 1217 contiene solo la primera mitad y no tiene ilustraciones. Se
conserva en Florencia.
En el prefacio Ferdowsí loa a
Dios y a su creación, al profeta Mahoma y a Alí (el primer imam chií), menciona
a Daqiqi por iniciar el trabajo, y loa a Abu Mansur y a Mahmud, sus mecenas.
La narrativa épica explica los
reinados de los reyes persas y las hazañas de sus paladines desde el comienzo
de la civilización hasta el fin de los reinos persas con la invasión árabe
musulmana. Su fundamento moral se basa en el zoroastrismo: Los actos humanos,
tanto en lo nacional como en lo personal representan la lucha entre el bien y
el mal. La deidad se nombra en términos generales por lo que un lector musulmán
no se sentirá excluido. A veces aparece un espíritu angélico, Surush. El mal o
el diablo es el Ahriman zoroastriano. El poder del destino coexiste con estas
fuerzas. El rey es el representante de Dios en la tierra y la legitimación del
poder es una cuestión recurrente. Los reinados enmarcan las secuencias de las
acciones pero los príncipes y los paladines son más activos que los reyes.
Los valores heroicos son
reconocidos y premiados (valentía, coraje, lealtad, perseverancia y, a veces,
sabiduría)
El Shahnameh consta
aproximadamente de 50000 versos dobles y está dividido en tres partes, mítica la
primera, legendaria y mitológica la segunda e histórica la tercera. La primera
incluye la formación de la sociedad humana, la domesticación de los animales y
la definición del territorio iranio frente al de los vecinos. La extensa parte
central incorpora las leyendas referentes al héroe Rustam y a su familia y las
interminables guerras con el eterno enemigo de Turan (en lo que hoy es Asia
Central)
La parte histórica empieza con
Alejandro Magno. Es sorprendente que no se mencione a los reyes aqueménidas
como Ciro el Grande o Darío que precedieron a la llegada de Alejandro. Luego
sigue con los arsácidas y los partos y, finalmente, con la dinastía Sasánida
cuyos reinados empiezan en el 226 d.C. El último capítulo describe la muerte
del último rey sasánida y el castigo de
su asesino. La obra concluye con el lamento por la muerte del magnífico héroe
Rustam a manos de un general árabe y unas sombrías predicciones que de este
acontecimiento se derivarán.
El Shahnameh contiene mitos,
leyendas, ficción y no ficción. Se dice que su autor murió sin un centavo y que
dedicó toda su vida y toda su fortuna a la aventura de escribir esa ingente
obra, y lo hizo cuatrocientos años
después de la caída del Imperio Persa y de la llegada del Islam. Con ello
inmortalizó la lengua persa moderna, la que se habla hoy y el glorioso pasado
iranio en el momento en que la cultura árabe y el dominio político turco podían
borrarlos de la memoria.
No se sabe cuándo fue ilustrado
el Shahnameh por primera vez, pero parece ser que no fue en época de su autor
sino bastantes años después, por encargo de los reyes timuridas descendientes
de Gengis Khan y de Tamerlán, como Shah Rukh cuya corte renacentista en Herat, ciudad
situada hoy en Afganistán, acogía a unos excelentes miniaturistas a comienzos
del S. XV. Después fueron los emperadores mogoles de la India los que
encargaron ejemplares iluminados. Posteriormente algunos de esos ejemplares
fueron a parar a manos británicas cuando la Compañía de las Indias Orientales
se estableció en India y luego cuando Gran Bretaña añadió esas tierras a su
imperio. Las primeras copias ilustradas datan del siglo XIV y su producción
siguió hasta bien entrado el S.XIX cuando la litografía sustituyó al trabajo
manuscrito.
Las historias o cuentos que
aparecen en el Shahnameh son muy populares no solo en Irán, sino también en
otros países de Oriente Medio, en la India y en Asia central. Hay historias de
guerras y de venganzas pero también preciosas historias de amor. Y los iraníes
que se sienten orgullosos de su historia antigua, ponen a sus niños y niñas los
nombres de los héroes y las heroínas de este popular poema épico, Shirin,
Arezoo, Manijeh, Khoshro, Bahram, Sohrab, Bijan…
Shahnameh Project: http://shahnama.caret.cam.ac.uk/new/jnama/page/
Mohammad
Juki’s Shahnamah of Firdausi, by Barbara Brend