BLOG DE ANA M. BRIONGOS


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7.12.10

Mar de amapolas


El escritor bengalí Amitav Ghosh, se adentra en esta su última novela en el mundo colonial de la India del siglo XIX. 'Mar de amapolas' narra la aventura en barco de varios personajes, y usa como telón de fondo el negocio del cultivo de opio destinado al mercado chino, considerado como el elemento que financió la larga estancia de los británicos en la India.

El personaje central de esta novela es Deeti, una mujer viuda y que ha sido salvada por un hombre antes de ser inmolada en la pira funeraria junto a su marido. Ella y seis personas más comenzarán un viaje en barco, el Ibis, hacia la Isla Mauricio. Así, en medio del mar y separados de su lugar de origen, se escapan de la situación que viven y su condición de casta y toman las riendas de su destino.

Amitav Ghosh explicó en la presentación del libro, en Casa Asia, que la idea de este relato surgió porque quería contar lo que había sucedido con los trabajadores cuando se prohibió la esclavitud a principios del siglo XIX. Ya sin esclavos, se exportaron más de un millón de indios a diferentes lugares del mundo, el proceso duró más de cien años y dio lugar a un cambio demográfico importante.

Estas migraciones no se producían desde la costa, como ocurre habitualmente, sino que ocurrían desde el interior, algo que llamó la atención del escritor. Investigando descubrió que todo ello estaba relacionado con la producción y el cultivo de opio que se había incrementado bajo el imperio británico.

En un estudio de la historia del opio desde el siglo XVII observó que, ante el desequilibrio de la balanza comercial existente entre China y Europa, los únicos productos que podía necesitar el país oriental eran algodón y, precisamente, opio. De esta forma, empezaron a exportar a mayor escala desde India a China y el negocio creció.

El contrabando británico de opio de la India Británica hacia la China y los esfuerzos del gobierno chino ante la adicción de la población para imponer sus leyes contra las drogas llevaron al conflicto que se conoce como Guerras del Opio. Según indicó Ghosh, existe un paralelismo entre hechos pasados y presentes. "El discurso que se dio durante la guerra del opio es parecido al que se ha oído en la guerra de Irak", señaló. Estos paralelismos se refuerzan, según indicó el autor de 'Mar de amapolas', en el hecho de que las empresas británicas fomentaran el conflicto. Además, indicó que el discurso que se daba a las tropas era que iban a ser bien acogidos porque les necesitaban. "Cuanta más distancia tomas de la historia ves que el vínculo que hay entre el siglo XIX y XX es mayor. Y fue Napoleón quien dijo que cuando China despertara el resto del mundo temblaría", señaló.

Ghosh ha explicado que, entre otras cosas, estaba interesado en transmitir al lector el multilingüismo que hay en el Océano Índico porque, a su juicio, "es el receptáculo de multitud de idiomas". "El libro está lleno de pequeños toques de toda esta mezcla de idiomas porque en realidad siempre me interesó el idioma criollo, que ha sido excluido de la literatura por considerarlo una corrupción del idioma correcto. Yo creo todo lo contrario, lo veo como aportaciones, como una flor", dijo. Traducir este libro es una labor harto difícil y debemos felicitar a los traductores de las ediciones en castellano y catalán.

Escribir este libro llevó al autor cerca de cuatro años, ya que tuvo que aprender tanto los términos marineros como la forma de darles uso. "Encontré un diccionario destinado a hacer posible la comunicación entre personas de distintos puntos del mundo, y en él se ve la influencia de muchos idiomas para poder desarrollar este vocabulario común", dijo.

'Mar de amapolas' es la primera entrega de una futura trilogía que abarcará toda la historia de India en el siglo XX. Amitav Ghosh nació en Calcuta en 1956 y vivió entre Bangladesh, Sri Lanka, Irán e India. Entre sus libros, destacan títulos como 'El círculo de la razón', 'Líneas de sombra', 'El cromosoma Calcuta', 'El palacio de cristal' o 'La marea hambrienta'.

Me gusta como escribe Amitav Ghosh y me interesan mucho los temas que trata. Lo descubrí cuando Anagrama publicó "El cromosoma de Calcuta" y lo redescubrí cuando viví en esa ciudad de Bengala Occidental. Yo vivía cerca del Gol Park donde se desarrolla otra de sus novela "The shadow Lines" o "Las lineas de sombra". Leyéndola podía seguir los lugares donde ocurrían los hechos y saber algo más de la historia de aquella fascinante ciudad india. E varias de sus novelas aparece el personaje de la mujer extranjera cuya presencia inocente provoca sin embargo grandes desgracias.  Se lo comenté al autor y no pareció estar de acuerdo conmigo, al menos en el caso de "La marea hambrienta".

20.11.10

Breve historia de la casa Fullá de los arquitectos Clotet y Tusquets


Ahora que a Lluís Clotet le han otorgado el Premio Nacional de Arquitectura me parece que puede resultar curioso para muchas personas saber el origen de la que fue su primera obra de envergadura.

La historia de la casa Fullá forma parte del Celtiberia Show y es un interesante ejemplo de cómo se construía en aquellos años, la última década del franquismo, cuando el régimen había conseguido que aumentara el consumo gracias a la política económica que impulsaron los sucesivos gobiernos. El coche Seat 600, los electrodomésticos y la televisión, entraron a formar parte de las posesiones de la clase media.

Mi padre, el constructor de este edificio de viviendas de calle Génova 25, don Restituto Briongos Moncalvillo, natural de Quintanarraya, provincia de Burgos, había llegado a Barcelona al terminar la guerra, sin medios económicos. Como había sido seminarista en el seminario del Burgo de Osma de donde se salía con el bachillerato terminado y hablando latín, decidió estudiar derecho, carrera que terminó en tres años con excelentes notas. Mientras, trabajaba como inspector de policía. Se casó con mi madre, una catalana que tocaba el piano y había visto sus estudios de medicina truncados por la contienda y que luego se hizo maestra. Mi padre que venía del bando vencedor me acunó con historias de la guerra, el discurso de José Antonio y el himno de la legión. Sus historias eran mucho más optimistas y divertidas que las de mi madre que seguía aterrorizada. Era como si hubieran estado en guerras distintas, aunque los dos estaban de acuerdo en que lo mejor que podía haber pasado era que ganara Franco.


Entré en la universidad en el 63. Me afilié al PSUC y milité en este partido clandestino durante unos meses, estuve encerrada en la Capuchinada, la asamblea constituyente del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona (SDEUB), y fui luego delegada de asuntos culturales de ese sindicato. Me enamoré y me casé con Ferrán Fullà, un estudiante de físicas como yo, hijo de republicanos, que acababa de salir de la cárcel después de ser juzgado en el 62 por un tribunal militar junto con Manolo Vázquez Montalbán, Salvador Clotas y Martí Capdevila, con los que cumplió condena.

La madre de Ferran tenía un terreno en el Guinardó, un lugar en la montaña desde donde se veía el mar, y mi padre le hizo una propuesta: ella ponía el terreno y él hacía una casa. No tenía experiencia como constructor ni tampoco dinero, pero era un emprendedor y ya había adquirido una fabriquita de ampollas para inyectables y un taller de muebles de camping que le reportaban algunos beneficios, donde trabajábamos a horas toda la familia y a tiempo completo los que emigraban de un pueblo de Huelva llamado La puebla de Guzmán. Buscaba un arquitecto y como Martí Capdevila acababa de hacer la mili con el recién licenciado en arquitectura, Oscar Tusquets, se lo recomendamos. Construir aquella casa (1967-70) fue una empresa tan difícil casi como levantar las pirámides de Egipto. Ni el constructor tenía experiencia como tal ni los arquitectos, Tusquets y Clotet, habían diseñado todavía edificios de aquella envergadura. Pero se realizó gracias al empeño y la resolución de la inmigración burgalesa: mi padre y Alfredo, el maestro albañil de su pueblo, Quintanarraya.



Y salió la casa que salió. Una maravilla. Un laberinto. Nunca sabías quién era tu vecino, ni el de arriba ni el de abajo pues los pisos se solapaban, los había de una planta, también dúplex y tríplex, con escaleras que subían y luego bajaban. Todos eran diferentes, de una habitación, de dos, de tres y hasta de cuatro. Tenían claraboyas por las que se veía el cielo. Las chimeneas parecían las almenas de un castillo. Y los espacios comunes eran amplios y luminosos y en ellos se ponían belenes en navidad o se jugaba al futbol. Los que fuimos a vivir allí lo tomamos como una aventura. Llegaron pocas familias normales pues los niños se podían descalabrar con tanta escalera y la estética que gustaba en general no era aquella. Como escribe el catedrático Josep M. Rovira, de la Escuela de Arquitectura de Barcelona y antiguo vecino de la casa, “Mai no van viure a la casa Fullà aquells que corresponia per barri i geografia. Devien quedar-se atònits davant d’aquella oferta, tan poc disposada a acollir families convencionals, que no entenien. Allà, barrejant-se amb el veïns d’una altra classe que ocupaven edificis adjacents, van anar a viure arquitectes, psicòlecs, músics, critics d’art, dissenyadors gràfics, escriptors, directors de cinema, artistes, un futbolista del Barcelona…” Se vendieron algunos pisos y se alquilaron los otros. La portera, María Jesús y su marido, el Sr. Juan, trabajador en el taller de muebles de camping, de La puebla de Guzmán, claro, fueron los primeros en instalarse con sus hijos. Allí llegó Victor Jou, y en su piso se inventó el Zeleste, que fue la discoteca emblemática de Barcelona durante muchos años. Yo, que ya pasaba largas temporadas en Afganistán e Irán, llegué con Pau Maragall pues ya me había separado de Ferran Fullà. Llegaron el cineasta Bellmunt y el dibujante Vallés y una serie de arquitectos como Xavier Sust, Alberto Aguirre, Joaquín Mora, Josep M. Rovira. Llegó Victoria Sol con su hija Raquel y los médicos Tere Poblet y Toni Panyella y mi hermano Miguel con Vicky Combalía y el pintor Ángel Jové con su esposa Sarita hija del director de la cárcel de Lérida donde los presos antes mencionados habían cumplido condena. También llegaron el dramaturgo y poeta Joan Brossa con Pepa Llopis que lo acababa de sacar de casa de sus tías y empezaron allí su larga vida de pareja. Y la escritora Marta Pessarrodona. Y Foncho, el jugador canario del Barça. Después llegaron los Rambla, Jaime y Loles que se fueron a Nueva York y de allí vino la psicóloga Lolo Cid recién separada del pianista Carlos Santos. En el piso del bajista Jordi Clúa se reunían los músicos de Serrat y en nuestra casa Serrat le cantaba tangos a Brossa. También estuvo Walid, el príncipe afgano que con el nombre de Fereidun protagoniza mi libro "Un invierno en Kandahar", y tiempo después su hermana Hassina se instaló durante meses. Y había más que se me olvidan. Se hacía vida de puertas abiertas ante la mirada perpleja del discretísimo señor Juan y de su esposa. Cambiábamos de piso porque cambiábamos de pareja o porque necesitábamos más espacio. Yo pasé del 5ºB al 9ºC y en este último fundé mi familia con Toni Alsina y fue donde nuestros hijos crecieron. Y en el 5ºB entraron Xavi y Lili cuando volvieron de Méjico y Lluís Riera y Beatriz ocuparon el 5ºC. Ramón Casals y Alba estaban en el 3ºF. Nos hemos hecho mayores. Desde la casa Fullá fuimos testigos de la muerte de Franco y del 23F. Nosotros ya no vivimos allí desde que Barcelona se abrió al mar, ahora estamos en la Vila Olímpica, otros también se han marchado, pero Pepa Llopis sí sigue con los recuerdos de Brossa y Victor Jou también y Conxita y Eli, Joan Marí, Jordi Andreu y el señor Juan.

La casa está anclada en un puerto de montaña llamado Guinardó y, encarada al mar, parece un castillo o un barco con almenas dispuesto a zarpar hacía fantásticos mundos de cuento y no es raro ver a grupos de estudiantes de arquitectura japoneses fotografiándola desde todos los ángulos.

 
Hay un documental sobre esta casa y su historia. Se titula "Construint llibertat" y se puede ver en TV3 a la carta.

19.10.10

Kerala-Bengala: Miradas cruzadas. Fotografías de Subhrajit Basu.

Subhrajit Basu, conocido familiarmente como Bodo, es un fotógrafo bengalí de Calcuta con una larga trayectoria a pesar de su juventud. Ha sido galardonado con varios premios nacionales e internacionales entre los que se encuentra el National Geographic Award 2008.

El 14 de octubre de 2010 se inauguró una exposición de sus fotografías en el Museo de Antropología de Madrid, situado frente a la estación de Atocha. Hay imágenes en blanco y negro de Bengala algunas de las cuales forman parte de la extraordinaria serie sobre porteadores tomadas en mercados, puertos, playas, ríos, campos... Hay una imagen de las carreras de caballos en el hipódromo de Calcuta que me fascina pues refleja un antiguo ambiente colonial romántico y decadente entre misteriosas brumas, muy bengalí. También me gusta la fotografía del emblemático edificio de mármol blanco costeado por los ciudadanos de la capital de Bengala para ofrecerlo en honor de la reina Victoria, el Victoria Memorial, con sus cuidados jardines por los que pasea, ayudado de un bastón, un pensativo y orondo babú, con su dotti y su kurta de un blanco impoluto. Y la estructura de hierro del famoso Howra Bridge con dos barcas de pescadores faenando en aguas del Hoogly. Todas esas fotos me recuerdan mis tiempos en Calcuta, ciudad interesantísima donde he pasado momentos inolvidables.

En la exposición hay también dos montajes audiovisuales de imágenes en color que podemos observar cómodamente recostados en unos cojines distribuidos por el suelo de una sala oscura. En uno de ellos van pasando fotos del Kumba Mela que se celebró hace unos meses y cuyas procesiones de rarísimos personajes captó Bodo con maestría y humor. En el otro hay fotos de la India en general donde el color es el protagonista principal. Aunque la India sea quizá el país más fotogénico del mundo y por lo tanto el más fotografiado, la mirada de Subhrajit Basu es especial y capta aquellos instantes únicos que debido al exceso visual se nos escapan.
Esta exposición se presenta en el marco de las actividades que acompañan a la Tribuna España-India que se ha celebrado en Madrid y estará abierta hasta el 23 de enero de 2011.



10.10.10

Costumbres gastronómicas de Irán en la escuela de cocina Hofmann


Con la ayuda de los chefs Mariano, exdirector , Jean Paul, el actual director de la escuela Hofmann de Barcelona, y Montse, la profesora de la asigantura de cultura gastronómica, di dos clases sobre costumbres gastronómicas de Irán a los alumnos de la última promoción, los que terminan su formación como chefs dentro de unos meses. Estas clases forman parte del programa de cultura culinaria de las diferentes regiones del mundo que la escuela ofrece a sus alumnos para completar su formación y darles una visión global de la gastronomía.

En el caso de Irán se trataba de situarlo geográficamente, de ubicar su área de influencia, de hacer un repaso de su historia y de su cultura y, seguidamente, de explicar las costumbres gastronómicas y los principales elementos de su cocina. También preparamos unos platos típicos del país: Kashsk-e-bademjan o berenjenas con kashsk (concentrado de leche agria); fesenjan o pollo con salsa de jarabe de granadas; arroz con azafrán y zereshk; y de postre sholeh zard o natillas de arroz con azafrán, agua de rosas y cardamomo. Después los alumnos probaron los platos que habíamos preparado. El tah dig o parte crujiente imprescindible de un buen arroz iraní salió delicioso.

A quien le interese adentrarse en el conocimiento de los hábitos gastronómicos de Irán y sus recetas más populares puede consultar el libro que sobre este tema hemos publicado mi hijo cocinero, Quico Alsina, y yo. Se encuentra en la librería Altaïr de Barcelona en castellano y catalán, y en De Viaje de Madrid. También  se puede consultar libremente on line en la sección libros de mi Web http://www.ana-briongos.net/ donde está colgado en PDF.


3.10.10

El mundo visto por Ali-Reza Darvish

Desayuno de domingo, silencio en casa, el sol entra por los ventanales. El periódico en portada muestra la foto del mayor avión del mundo en vuelo rasante sobre la playa. Yo ayer lo veía pasar lentamente, enorme, con el Lufthansa grabado en el fuselaje, y creí por un momento que volaba tan bajo porque las turbinas no lo sostenían y que iba a estrellarse frente a mi casa. Pero cuando grité anunciando el desastre inminente, los que veían la tele de espaldas a la ventana aseguraron que estaban viendo pasar ese mismo avión. A un lado y a otro del salón la misma imagen. Después el ruido se adueñó del ambiente cuando los aviones haciendo acrobacias rompían la barrera del sonido y fue imposible hablar por teléfono cuando llamaron.

Eso ya pasó y recuperado el silencio contemplo mientras bebo un té mezcla de Darjeeling y Assam con cardamomo, el cuadro del pintor iraní Ali-Reza Darvish. Un mundo como un ovillo está suspendido en medio de un universo azul. Es nuestro mundo. Cientos de lápices de colores erguidos apuntan al cielo y proyectan sus sombras sobre una alfombra persa desde cuyo centro y en espiral una mujer inicialmente en cuclillas se va levantando hasta quedar de pie en una secuencia de muchas imágenes. Los hilos del ovillo pasan entre los lápices, un reloj al que se le puede dar cuerda tiende sus velos semitransparentes sobre la alfombra. Los hilos vistos de cerca son tiras de periódicos en diferentes idiomas, persa, alemán, francés, japonés. Escondidos entre ellos están Obama, los Beatles, Bin Laden, Spielberg, George Clooney. Tres figuras destacan sobre el azul del cielo, una mujer, un hombre y un caballo. Intentan levantarse, correr y deshacerse de las ataduras de esos hilos/tira de periódico que les mantienen aferrados, en un afán de libertad y trascendencia.


Tantas imágenes en un ovillo. El mundo actual, y en su interior Irán, el país de origen del pintor hoy exiliado en Alemania. Es un cuadro lleno de metáforas sobre la situación del mundo y en especial la de Irán.

30.9.10

Un lugar en el que yo nunca estuve


Este es el título de un libro muy especial cuyo autor firma con el seudónimo de Paul Mushin.

¿Por qué es tan especial? Primero: Porque en su portada no figura ni el título ni el nombre del autor, solamente aparece la cubierta de un pasaporte argentino. El título y el autor (seudónimo) están en el lomo. Una genialidad de América Sánchez, el diseñador. Segundo: Porque no se encuentra más que en "Negra y Criminal", una librería tan especial como el libro del que hablamos, famosa en todo el mundo entre los aficionados a la novela negra y que está en el marinero barrio de la Barceloneta, calle de la sal nº 5, Barcelona. Tercero: Porque es una novela que trata de un tema hasta ahora inédito, el de la pesca en los grandes caladeros próximos a Namibia, Las Seychelles y Uruguay, la corrupción que existe alrededor de la merluza negra y otras especies codiciadas donde están implicados la flota pesquera española, los puertos donde atracan los barcos y los gobiernos de los países interesados.

En la novela hay asesinatos, persecuciones marítimas, inspectores de policía que investigan, y una venganza in extremis.

El autor es un catalán nacido en Buenos Aires, licenciado en biología por la Universidad de Barcelona que trabajó cinco años en Namibia y ocho en las Seychelles como inspector de pesca. Posteriormente como asesor de la Comunidad Europea en los campos de refugiados de Ruanda y Burundi. Últimamente su actividad profesional se ha desarrollado en Uruguay y Argentina.

El sábado 23 de octubre a las 13h. habrá una tertulia sobre este libro en "Negra y Criminal" (Sal 5, BCN) con el autor de verdad. Yo lo presentaré. Será una buena ocasión para encontrarnos, y disfrutar de un mediodía de sábado de otoño con un vaso de vino y algún mejillón. Estáis invitados.

25.8.10

Pensamientos fugaces


Pensamientos que llegan en cascada, ¿quién los registrará? Se perderán en la inmensidad, se los llevará el río, se hundirán en el océano y nunca más serán recordados. Si hubiera una grabadora que los registrara sin necesidad de expresarlos con palabras o con letras escritas sería fantástico, los podría recuperar, compartir y comentar. Pero fluyen con tal rapidez que ya se han perdido para siempre.

Sentada en la cabina al lado del chofer en el camión de fabricación rusa que nos lleva a Mazar i Sharif, con la caja trasera llena de turistas desorientados, acalorados y enfadados, contemplo mientras cruzamos un desierto sin más límite que el horizonte, encuadrados en el marco del espejo retrovisor, los labios sensuales y perfectos del chofer que se mueven levemente al desplazar un palillo a lado y lado de la boca. Por suerte no veo sus ojos, él tampoco ve los míos, y puedo concentrarme descaradamente, sin peligro a ser descubierta, en esta escena que durará tanto como la travesía del desierto. A la vez por mi mente discurre una cascada de pensamientos sorprendentes, absolutamente increíbles, que parten veloces y que nunca más podré alcanzar…

Esta foto es de Sabrina y Roland Michaux, los que han tomado las mejores fotografías de Afganistán. El chofer del que hablo se parecía a este personaje. Eran otros tiempos.

21.8.10

De qué hablo cuando hablo de correr. Palitana II. Pensamientos posteriores a la lectura del libro del mismo título de H. Murakami.


Correr hasta la meta que estaba a 100 km., este era el objetivo. Al llegar a los 75 fue como traspasar una pared de piedra, entonces todo cambió, a partir de aquel momento podía llegar a los 100 kilómetros e incluso hubiera podido seguir corriendo, algo así aunque con otras palabras escribe Haruki Murakami en su libro “De qué hablo cuando hablo de correr”. Lo que parecía imposible, a partir de un momento determinado se hizo posible. He leído el libro este verano y me ha dado que pensar. Me ha hecho volver a la subida a Palitana (3950 escalones) y recuerdo que me ocurrió algo parecido, salvando evidentemente la distancia entre un corredor entrenado y experimentado (Murakami) y una servidora que no hace más que nadar 20 piscinas dos días a la semana y no siempre.

De madrugada llegaba al pie del monasterio. Tenía 3950 escalones por delante y debía subirlos antes de que el sol llegara a su zenit y el calor fuera insoportable.

Puedo andar en terreno llano sin problemas distancias considerables pero las subidas me resultan penosas y se me acaba el soplo enseguida, parecía pues una empresa imposible.

Además iba calzada con unas chanclas que al poco de iniciar el ascenso me resultaron incomodísimas. Me fijé en los demás peregrinos: iban descalzos. Vi que el suelo era de cemento liso. Me quité las chanclas y seguí descalza. Siempre me ha gustado sentir el fresco suelo directamente en las plantas de mis pies.

Por suerte los escalones no eran altos ni regulares, unos más anchos que otros y en algunos tramos el camino era ascendente pero liso lo que propiciaba cambios en el ritmo y por lo tanto que el ascenso fuera menos aburrido.

Después de subir unos trescientos escalones ya no podía respirar. Como había empezado el camino dudando de mi capacidad física, el hecho de no poder más tan pronto no hacía sino confirmarme que aquel objetivo era para mí imposible de conseguir. Pero seguí subiendo con la ayuda del bastón que había alquilado y los ánimos que recibía de los que subían a mi lado, tan poco entrenados como yo, jóvenes, maduros e incluso viejos, delgados y gordos, todos movidos por una fe de la que yo no gozaba y que a ellos les aseguraba la llegada allí donde los templos y la divinidad les estaba esperando. Superé con dificultad los 500 primeros escalones. Cuando pasé el 1000 marcado en la piedra me pareció que no llegaría mucho más lejos, Pero pisé el 2000 y sorprendida vi que seguía adelante. El cambio se produjo en el 2500, entonces traspasé la pared de piedra que decía Murakami, a partir de aquel momento subía con facilidad, sin pensar, escalón tras escalón, a buen ritmo, sin parar, sin acelerar, como una máquina bien engrasada, hasta el final, allí en la cima donde un bosque de templos blancos todavía vacíos de fieles me reservaban una visión extraordinaria. En aquel momento tenía la sensación de que hubiera podido seguir subiendo hasta Dios sabe dónde.

Los peregrinos que iban llegando tenían rituales que cumplir para complacer a sus dioses, bañarse, cambiarse de ropas, hacer ofrendas, orar… yo solamente observaba, mi objetivo se había cumplido ya por el hecho de haber llegado. La satisfacción me inundaba, el espectáculo me fascinaba. Los músculos descansaban y la mente también.

El descenso fue fácil, relajado y alegre.

Respecto al hecho de escribir como contrapunto al hecho de correr, como hace Murakami en su libro, me da que pensar. Se trata de empezar: lo que se entiende por “ponerse”. Escribir la primera frase, el primer párrafo. La pereza mental se ha instalado en mi cerebro. Soy una perezosa mental, y en muchas épocas de mi vida, ahora mismo, prefiero limpiar la casa, cocinar, preparar conservas con recetas exóticas o ir a la compra, antes que escribir. Cuando estudiaba el bachillerato me ocurría algo así. Me daba pereza seguir pensando en cómo se resolvía un problema. Si no salía a la primera, fuera. En cambio había quien al día siguiente por la mañana tenía la solución, había estado pensando en ello toda la noche y lo había conseguido, estaba feliz, tenía músculo mental, lo entrenaba y llegaba al objetivo que era: resolver el problema. No está nada mal la vida contemplativa, de hecho la disfruto a cada momento pero también sé que estar inmersa en la escritura de un libro es algo excitante, una aventura envolvente y fantástica.

En vista de que llegué a subir a Palitana y de que a Murakami le va muy bien lo de correr para poder escribir, vaya, que le es imprescindible correr como mínimo sesenta kilómetros todos los días para poder seguir escribiendo, he tomado la decisión de volver a la disciplina, hacer las 20 piscinas tres días a la semana, o quizá todos los días, bueno, no pienso nadar ni sábados ni domingos, faltaría más, y sentarme seguidamente en el ordenador a escribir.

¿Será esta una nueva etapa? El tiempo lo dirá.

He comentado el libro con mis amigos. A Fernando no le ha gustado nada, dice que le parece una aberración tener que disciplinarse tanto a estas alturas de la vida. A Marta le ha gustado y está muy contenta porque ella no tiene que hacer tanto esfuerzo para conseguir todos los objetivos que se propone en su vida profesional de ejecutiva creativa. A cada lector le afecta el libro a su manera y a todos les hace pensar en su propia situación, en su manera de enfrentarse a los retos que se presentan, en su filosofía vital. Interesante.

30.7.10

Palitana, conjunto de templos en Gujarat, India.


Palitana era el objetivo del último viaje a la India aunque antes pensábamos recorrer varios estados y visitar muchas ciudades. Desde hacía años una foto publicada en una revista nos había hecho soñar. Todos esos templos alineados en la cima de una montaña eran, con sus torres puntiagudas, como la cresta de una gran iguana dormitando bajo la luz rosada del amanecer. ¿Cómo sería en la realidad?

Aprovechamos que nuestra amiga Falguni estaba en Baroda en casa de su madre para iniciar desde allí la excursión por el Gujarat. El viaje en coche hasta la ciudad de Palitana es largo y pesado aunque las carreteras en ese estado occidental de la India acostumbran a ser buenas e incluso hay excelentes tramos de autopista. Dormimos en casa de sus tíos, ambos profesores de instituto, en medio de cuya sala de estar, pendía un gran columpio donde se podían sentar dos personas con las piernas cruzadas conversando en continuo movimiento, cosa frecuente en muchos hogares gujaratis.

La salida matutina debía hacerse todavía de noche para poder empezar el ascenso antes de que amaneciera y así llegar a la cima cuando el sol todavía no calentara demasiado. Era invierno, la mejor época del año para viajar a las zonas calurosas de la India.

Más de tres mil quinientos escalones llevan a los templos, dicen que hay exactamente tres mil novecientos cincuenta.

Nuestra llegada en coche al lugar donde empieza el ascenso provocó un revuelo exagerado, hombres con palos se empujaban unos a otros de manera que con el gentío y la oscuridad, no sabíamos si nos querían apalear, pues nos empujaban y gritaban. Falsa alarma, se trataba de porteadores que nos querían subir cuestas a cambio de unos cientos de rupias.

Llegamos con dificultad a la oficina de acogida donde dan permiso escrito para hacer fotografías. Luego alquilamos cada uno la caña o bastón de peregrino que nos ayudaría en la subida. Yo no iba bien calzada para el camino y mis chanclas me hacían tropezar. Como observé que la gente subía descalza y el terreno era de cemento liso, me las saqué. Descalza se caminaba mejor. Así llegué hasta la cima sin dificultad y con los pies en perfecto estado.

El ascenso es una maravilla. Mientras va clareando se ven, allá abajo, la llanura y el río sumidos en brumas evanescentes. Un sol rojo rojísimo aparece en el horizonte y va subiendo con nosotros. Charlas entre peregrinos, ambiente alegre y distendido, tramos de camino llano con bancos de piedra donde descansar y comentar con los que se sientan a tu lado. Familias enteras hacen la subida, los niños corretean y los abuelos más abuelos se hacen subir por los porteadores. Vienen de Bombay o de Ahmedabad o incluso de lugares mucho más lejanos, en la India o Canadá. Todos practican el jainismo y deben permanecer en ayunas hasta que regresen a la falda del monte donde en un templo de acogida les servirán comida. De vez en cuando durante el camino te ofrecen agua fresca que extraen de grandes tinajas de barro o de metal. Es un servicio gratuito al peregrino. Nosotros, como es obvio, ni probarla. Los porteadores, que suben más deprisa que nosotros, reclaman espacio a voces. Sudados y muy cansados los veremos luego dormitando tirados a la sombra de los árboles.

Los templos de Palitana constituyen un centro de religioso jaín visitado diariamente por cientos de peregrinos que suben andando pues no hay carretera. El conjunto está formado por unos setecientos templos que se han ido construyendo durante novecientos años, el más antiguo data del siglo XI. Pegados unos a otros forman un laberinto de piedra, mármol y yeso.

Llegados a la cima, hombres y mujeres se separan y entran en los respectivos centros de aguas donde se bañan y se cambian de ropa. Lo más sorprendente es verlos a ellos preparados para entrar en el templo y hacer las ofrendas, vestidos con unos metros de tela al estilo sari femenino, algunos de color liso otros de colorines, y con un bolsito bordado con abalorios colgando del brazo. Además llevan la boca tapada con un pañuelo.

Si cuando llegamos, el conjunto de templos está desierto, y solamente los que allí trabajan dan con sus vestimentas amarillas color a los espacios de piedra, al cabo de unas horas está lleno de fieles, deambulando, haciendo colas para entrar en los templos más importantes o simplemente descansando sentados en el suelo o en las escaleras que conducen a otros muchos templos. Carruajes de plata tirados por caballos de plata tirados a su vez por hombres de amarillo conducen a los peregrinos a dar vueltas por el patio del templo principal.

Sentados a la sombra de un porche sostenido por barrocas columnas de piedra contemplamos durante horas el bullicio de las gentes y el ondear de los gallardetes de colores sujetos a las lanzas que culminan las cúpulas estilizadas de los templos.

14.7.10

Noche de efluvios en Teherán, vino, gasolina y petróleo

(todos los nombres son inventados)
Volábamos en el coche de Shirin por las autopistas que rodean la ciudad de Teherán. Ella al volante no paraba de hablar. Nos acabábamos de conocer aunque sabíamos la una de la otra desde hacía tiempo a través de nuestra amiga común, Merche, la misma que nos había preparado esta cita desde Berlín.
- Shirin te espera esta noche a las diez en su casa de Yusefabad, calle tal número cual, me había dicho Merche por teléfono.
Tomé un taxi desde donde yo estaba para ir a la cita. El taxista era un joven estudiante que se pagaba los estudios trabajando por las noches. Venía de un pueblo del Azerbaijan iraní y consideraba que su vida era muy dura: trabajar de noche, ir a clase y estudiar de día le estaban minando la salud. Parecía enfadado con todo el mundo, conmigo también. Estaba convencido de que todos los extranjeros odiaban a Irán. Pero como continuaba hablando le seguí la corriente y acabó relajándose y sonriendo. Le di una buena propina.
Shirin vivía en un piso de un edificio alto con verja y jardín. Vivía sola y había decorado su hogar a su gusto con telas de colores, mantas y alfombras, velas y lámparas de cobre que daban una luz tenue y agradable. Shirin es una mujer de unos 35 años, que lleva ya bastantes trabajando de periodista para periódicos y revistas que siempre acaban cerrando por razones políticas. Estos cierres se han convertido ya en rutina. Sabe que al poco tiempo le ofrecerán de nuevo un trabajo en un periódico que va a salir con otro nombre pero con la misma ideología que el anterior. Hay un mundo subterráneo de periodistas, empresarios y demás profesionales de la información disidentes, que aparecen y desaparecen según sople el viento en las altas esferas gubernamentales.
Puso la música a todo volumen y apretó el acelerador todavía más, le encantaba, me dijo, correr por los cinturones de asfalto de la ciudad cuando por la noche el tráfico es casi inexistente. Eso le da una sensación de libertad y así hasta la vida en Teherán le parece bella y excitante. La habían invitado a cenar unos amigos y me llevaba a mí de acompañante. Llegamos a un barrio de clase media. Con edificios de tres o cuatro pisos. Aparcamos sin problemas en la calle frente a la casa. Shirin llamó al timbre y por el interfono una voz respondió y nos abrió la puerta. Subimos las escaleras hasta el segundo piso y esperamos a que se abriera la puerta, cuando eso ocurrió, un olor a vino evidente nos dio la bienvenida. En el interior de la vivienda los amigos de Shirin estaban contentos y muy atareados pues estaban preparando el vino que beberían durante el próximo año. En Irán está prohibida la venta de bebidas alcohólicas, no se vende alcohol ni siquiera en los hoteles de lujo donde se alojan los extranjeros.

-¿No tenéis miedo de que os denuncien los vecinos?, le pregunto a nuestra anfitriona, una joven que dice ser artista pintora.

-No, los ocupantes de este edificio son todos de la familia.

Me mostraron una habitación interior, la más escondida de la casa, donde había veinte bidones de plástico azul de casi un metro de alto por medio de diámetro en los cuales fermentaban las uvas ya chafadas pero que debían remover con unos palos de madera llenos de clavos en el extremo cada día durante varias horas. Para esta labor se turnaban los amigos de dos en dos, cada día una pareja distinta. Eran tres parejas las que se habían puesto de acuerdo y habían comprado en el bazar una tonelada de uvas. Lo vienen haciendo desde hace tres años. Luego se reparten las botellas. Me cuentan entre risas que el día en que fueron a por las uvas, al tendero ya no le quedaba más que una tonelada pues un momento antes otros dos coches se habían llevado sendas toneladas. Todos sabían para qué servirían esas uvas, pero nadie rechistaba, el tendero tampoco porque en un periquete había vendido toda su mercancía y a buen precio.
Los participantes en la cena y también en el asunto del vino eran dos matrimonios, ellos compañeros de trabajo, ingenieros, y ellas trabajando en el mundo de la moda y del arte. Además de la anfitriona, que vive sola, y de Shirin. Todos entre los treinta y los cuarenta años, modernos, altos y delgados, bien parecidos, ellas muy guapas. El piso es antiguo y está sin reformar pero en excelente estado de conservación. Tiene amplios espacios, techos altos y pavimento hidráulico modernista. Como el tiempo es agradable cenaremos fuera en el balcón donde han puesto una barbacoa y una alfombra para sentarse. El balcón da a un amplio centro de manzana sobre jardines llenos de árboles. Mientras cenamos los chicos me cuentan en qué consiste su trabajo. Tienen una empresa privada que colabora con el Estado y su tarea es la de buscar y comprar la maquinaria necesaria para reconstruir las refinerías que fueron destruidas durante la guerra Irán-Irak y que los iraníes debido al embargo nunca han podido rehacer debido al embargo económico. Uno de los mayores problemas de Irán, productor y exportador de petróleo, es que tiene que comprar la gasolina después del proceso de refinado del petróleo porque no tienen medios para hacerlo. Además el Estado iraní subvenciona la gasolina que se vende a precios muy bajos y, con el aumento del parque móvil en los últimos años, eso resulta insostenible. Cuando escribo esto ha salido la noticia en los periódicos según la cual algunos países occidentales han decidido no vender más gasolina a Irán como respuesta a su plan de desarrollo nuclear. Irán a su vez amenaza con no venderles petróleo.
Terminada la cena entramos en el salón para seguir con la tertulia sentados en los mullidos sofás y saboreando gin tonics. De vez en cuando alguien se levanta, se coloca un delantal, y se va a la habitación secreta a darle vueltas al vino.

7.7.10

Homa Tarzi y sus vestidos


Homa Tarzi, la mujer afgana de la cual he escrito en la entrada anterior, tuvo que empezar de cero cuando llegó a Nueva York con su pequeño hijo Sidiq. Huía de los bombardeos de Teherán y no podía regresar a su país, Afganistán, por la inseguridad que se produjo después de la invasión soviética y la posterior guerra civil. Estaba cursando un doctorado de literatura persa en la Universidad de Teherán cuando la conocí pues, como he contado, compartíamos habitación en una residencia de estudiantes de la capital iraní.

Recién llegada a América e instalada en el barrio de Queens de Nueva York, se dio cuenta de que para subsistir no podía confiar ni en sus dotes de poeta ni en sus conocimientos de literatura sino que debía encontrar trabajo inmediatamente. Como era una mujer emprendedora, con un buen gusto innato y conocimientos de costura, preparó unos papeles impresos a manera de tarjeta de presentación donde se ofrecía para coser botones, dobladillos y reformar vestidos y trajes.

Los repartió por los buzones del barrio y empezaron a aparecer clientes. Así comenzó una etapa de su vida, de silencio y trabajo, que ha durado muchos años .

De arreglar dobladillos pasó a diseñar sus propios modelos. Corrió la voz entre la comunidad iraní de Nueva York y en especial entre las mujeres de la comunidad judía iraní que empezaron a encargarle los vestidos que iban a lucir en bodas y fiestas.


Ella les hablaba en su propia lengua y además tenía la capacidad de aconsejarlas respecto al peinado, los zapatos y las joyas que debían llevar con este o aquel vestido. Incluso empezó a crear sus propios complementos. Así se convirtió en la consejera imprescindible, siempre discreta, educada, simpática y amable. Como sabía el modelo que iba a llevar en cada fiesta gran parte de las invitadas, procuraba a la hora de diseñarlos que no fueran parecidos, para que las señoras al encontrarse no tuvieran sorpresas desagradables. Los modelos de Homa eran secreto máximo, aunque todas la visitaban, ninguna veía ni sabía nada antes de la fiesta del modelo que llevarían las otras. Homa trabajaba de día y de noche. Contrató algunas mujeres para que la ayudasen. Creó decenas de vestidos que se pueden admirar ahora en su Web www.homatarzi.com.

Años después la descubrió uno de los dueños de Sacks Fifth Avenue y le ofreció ir a trabajar a su tienda de la Quinta Avenida. Allí se encargaba de la sección de alta costura y seguía creando sus complementos que vendían en el local comercial. Cuando alguna persona importante fallecía Homa era la encargada de escoger los modelos para los familiares, especialmente para ellas, y llevarlos al domicilio del finado antes del funeral. Atendió a familias de presidentes de los Estados Unidos, políticos importantes, directores y artistas de cine y multimillonarios famosos. Luego la contrataron en Armani y ha sido hasta hace poco la directora de todos los talleres de reformas que la firma italiana tiene en los Estados Unidos. Con decenas de mujeres costureras llegadas en su mayor parte de países sudamericanos bajo su responsabilidad, Homa consiguió un trato personal agradable, les dio la oportunidad de aprender y exigirse para llegar a la excelencia en los acabados, montó un escalafón de promoción y mejora de salarios y escuchó y trató de solucionar todos los problemas personales que le planteaban.
Últimamente está trabajando en Lord & Taylor, otra cadena de tiendas de moda de alta calidad.
Su poesía ha estado oculta desde que llegó a América. Ahora ha empezado a dar a conocer su secreto tantos años guardado, a través de su página en Internet. Su padre murió en Kabul porque, a pesar del desastre, nunca quiso salir de su país aunque aconsejó a sus hijos que se fueran. Su casa quedó abandonada durante las décadas de una guerra que todavía no ha terminado. Todo el sufrimiento por un país destrozado, por sus gentes, por un futuro incierto, está en la poesía de Homa, oculta, que quizá ahora vaya saliendo a la luz.

5.7.10

Homa Tarzi, de Kabul a Nueva York pasando por Teherán

Homa y yo en el Park-e-Farah de Teherán en 1974

Se abrió la puerta de la habitación y apareció ella como un huracán. Llevaba un moderno abrigo de astracán negro ribeteado de zorro plateado. Era hermosa y miraba de frente con unos ojos muy abiertos. Una sirvienta de la residencia la seguía con las maletas. Le ordenó que las dejara en una esquina y la despidió con palabras de agradecimiento y una propina. Esta chica está acostumbrada a mandar fue lo primero que pensé. Después se presentó, me dijo su nombre, Homa, y su país de origen, Afganistán. Intercambiamos pocas palabras, abrió las maletas y lo primero que hizo fue pegar en la pared junto a la que iba a ser su cama una serie de fotografías pequeñas entre las que aparecía en lugar prominente su madre fallecida cuando ella era una niña. Luego empezó a ordenar sus cosas en el armario que debíamos compartir de ahora en adelante. Pegó con chinchetas en la parte interior de la puerta un panel de plástico con bolsillos y fue metiendo en cada uno de ellos preciosos sujetadores de blonda y braguitas a juego. Una colección obtenida poco a poco tras cada viaje a Paris de sus hermanos, me contaba mientras la observaba. Zapatos y botas, vaqueros, vestidos, minifaldas… Finalmente extendió en el suelo una alfombrita de rezo, se colocó un chador blanco de fino algodón y rezó.
Observaba toda la operación desde mi cama y pensaba en lo diferentes que debíamos ser, yo no era religiosa y solo tenía dos o tres sujetadores de algodón sin encajes que además no hacían conjunto con nada. Hacía pocos días que había llegado a Teherán desde Barcelona, en España, después de haber recibido una beca para estudiar persa en su universidad, y me habían alojado en la residencia femenina de estudiantes de la calle 21-e-azar muy cerca de la universidad. Yo había terminado una licenciatura de 5 años de física en la Universidad de Barcelona y había sido una activista estudiantil. En esa época universitaria solo tenia amigos chicos, las chicas no me interesaban. Había estudiado el bachillerato en un instituto femenino como todas las niñas pues en los años de la dictadura de Franco en España la educación no era mixta. Cuando entré en la universidad y en física donde la mayoría de estudiantes eran chicos, me di cuenta de cuántas cosas les interesaban a ellos desde el bachillerato, ciencia, filosofía, historia, literatura, poesía, a nosotras aparte de las lecciones obligatorias máximo la literatura nos había interesado y nuestras conversaciones trataban solamente de chicos. Me pasé al bando masculino y no quise saber nada más de chicas. Pero ahora en la residencia de Teherán y por primera vez iba a tener que compartir mi vida con una chica. Me sentía escéptica respecto al éxito de la convivencia.
Al día siguiente Homa recibió la visita del embajador de su país. Las directoras de la residencia prepararon una gran recepción para el representante diplomático del país vecino y su esposa, y después Homa llegó a la habitación con un precioso ramo de flores y cajas con dulces. Homa y yo hablábamos en inglés entre nosotras y en adelante asistiríamos a la misma clase en la universidad. Ella sabiendo perfectamente la lengua pues el persa era la suya y yo sin saber nada de nada ni siquiera el alfabeto. Un error burocrático que no hubo manera de deshacer hizo que me pusieran en clase de doctorado de literatura persa. Después durante el curso me ayudaría con paciencia.
Redistribuimos los muebles de nuestra habitación, Colocamos las camas en perpendicular y en el hueco que formaban las cabeceras una mesa servía para reposar el radiocassette donde a partir de entonces sonaban las músicas que ambas habíamos traído de nuestros países. La de ella era música afgana e india y la mía Beatles, Stones, flamencos y otros músicos del momento. Después las compañeras de la residencia nos pasaron sus cassettes y empezamos a oír a Gugush, a Dariush y a otros. Cada una, con el tiempo, empezamos a disfrutar con la música de la otra y comentábamos el significado de las letras y los sentimientos que nos producían. Un día mientras estaba escuchando una canción que me gustaba mucho de los Beatles “because the sky is blue it makes me craaaaay” Homa jocosa dice:

-Si en Afganistán tuviéramos que llorar porque el cielo es azul, estaríamos siempre llorando.

La quería matar, para mí ella no entendía nada.
Con el tiempo empezamos a entendernos, a reírnos y a bromear de nuestras respectivas manías. Homa consiguió convencerme poco a poco con su extrema delicadeza exenta de mojigatería. Yo creo que en poco tiempo se dio cuenta de que conmigo no había que aparentar y que yo no entendía el juego social que se mantenía desde tiempos ancestrales en Afganistán e Irán, un lenguaje de apariencias y convenciones sociales. Ayudó a cimentar nuestra amistad el hecho de que las dos estábamos lejos de casa, las dos éramos extranjeras y en definitiva las dos éramos libres.
En nuestra habitación había siempre un jarrito con flores que ella se encargaba de escoger, colocar y cambiar puntualmente. Teníamos plantas en el balcón, que Homa regaba todas las mañanas con los restos del té que quedaba en la tetera que ella misma había preparado para desayunar las dos y que decía era muy bueno para las plantas.

Era una persona educada, abierta y sin complejos. En la residencia femenina de estudiantes donde compartíamos duchas y baños con las otras residentes mostraba su cuerpo sin tapujos. Tenía un buen gusto innato y era bella y muy atractiva. Lucía un pelo abundante, suelto, negro, brillante y ondulado. Sus ojos eran grandes, oscuros y los llevaba bien abiertos. Su cara era ancha y despejada y cuando hablaba, siempre muy convencida de lo que decía, contraía el rostro para terminar mostrando una saludable dentadura blanca.
Aquella era la primera vez que salía de su Afganistán natal, una tierra desde el punto de vista iraní pobre y poblada por bárbaros, y para mí ella llegó a ser el símbolo de la mujer moderna, sensible, educada, inteligente y segura de si misma. Fruto de una élite avanzada e intelectual que dio con Homa su mejor fruto.
Hija pequeña de una familia de varios hermanos y hermanas bastante mayores que ella y todos bien situados con carreras universitarias, Homa quedó huérfana de madre en su infancia y vivió su adolescencia en Kabul con su querido padre que era historiador.
Homa con su padre en Kabul, 1974

Cuando llegó a Teherán dispuesta a cursar su doctorado en literatura persa, ya tenía una sólida trayectoria en su país como poeta a pesar de su juventud.
En la pared junto a su cama, aparte de la fotografía de su fallecida madre, colgó las de sus poetas preferidos.

Y las dos teníamos como talismán un gran póster con la cara de un hombre afgano que nos miraba fijamente desde la pared con unos ojos color de miel y cuyo turbante era una simple cuerda enrollada en la cabeza. Lo llamábamos “el malang de Pagman” y para nosotras era la pura representación del hombre ideal, el simbolo de un mundo nómada, sin ataduras, lleno de ideas, amor, belleza y poesía.
Poníamos motes a los profesores y cualquier cosa nos hacía reir. Íbamos alguna vez al restaurante mexicano aunque gastábamos poco porque nuestra economía no nos lo permitía. Hacíamos visitas al bazar donde nos quedábamos boquiabiertas mirando los escaparates de las joyerías.
Cuando llegaron los exámenes me dejaba mensajes de buena suerte sobre la mesa junto a una rosa y cuando regresaba me esperaba con un pastel para celebrarlo.
Cuando terminó el curso ocurrió una desgracia en la residencia, ajena a nosotras, que interrumpió de golpe nuestra estancia. Homa regresó a Kabul y yo a Barcelona. Aquel verano la visitamos en Kabul mi hermano y yo y conocimos a su padre y a sus hermanos y hermanas. Después ella regresó a Teherán y yo me quedé en Barcelona aunque viajaba a menudo por trabajo a Irán. Los acontecimientos políticos de nuestros países condicionaron nuestras vidas. En España murió el general Franco y celebramos la llegada de un gobierno democrático. En Afganistán, en cambio, terminó la monarquía, llegaron los gobiernos comunistas y la invasión soviética, en Irán se fue el Shah y llegó Khomeini con su república islámica y empezó la guerra contra Irak. Homa se fue a vivir a los EEUU con su pequeño hijo Sidiq y allí tuvo que empezar desde cero, trabajando duramente, de día y de noche. Consiguió situarse en el mundo de la moda y la he visto fotografiada junto a Giorgio Armani cuando era directora de los talleres de esta firma. Siempre con la tristeza de ver a su país, Afganistán, inmerso en un torbellino de violencia sin fin.
La he visitado en New York y ella y su actual marido han venido a nuestra casa de Barcelona.
Cuando mi hija estuvo estudiando cine en NY, Homa le preparaba comida para toda la semana y asistió a su graduación.
Homa es mi heroína y muy querida amiga.

31.3.10

Las intrépidas motoristas de Baroda y Ahmedabad






En Baroda y Ahmedabad, dos grandes ciudades de Gujarat, en la India, está de moda entre las muchas jóvenes que se mueven en moto por las calles llenas de tráfico, el llevar la dupata o chal colocado de manera que solo se les ven los ojos. Así se tapan la boca y la nariz para no tragar los gases contaminantes que despiden los tubos de escape y a la vez protegen su pelo de la suciedad. No se trata del velo o hejab de las mujeres musulmanas, nada de eso, estas chicas son hindúes o jaines y también las habrá musulmanas. Pero en la calzada y sobre sus velomotores todas van embozadas. Lo curioso es que los chicos motoristas no se tapan la boca con un pañuelo, parece ser que a ellos no les importan los gases.
Dos de esas muchachas que iban a subir a una misma moto me comentaron, mientras se ataban en el cogote la tela que las cubría, que les encantaba recorrer las calles con esa indumentaria, que se sentían fuertes y modernas y que eran cientos las chicas que se movían de esa guisa por su ciudad. Formaban parte de una especie de clan, así lo sentían ellas. Cuando partieron con los velos ondeando en el aire parecían abejas voladoras.

25.2.10

Contrastes en la India: Gurgaon y Old Delhi

Según Wikipedia Gurgaon es la sexta ciudad más grande de la India. Es una ciudad nueva, antes en ese lugar había un pueblo. Está situada en Haryana a tan solo media hora en coche de Nueva Delhi. El metro, en construcción, será inaugurado dentro de poco con lo que se podrá llegar en veinte minutos desde la capital.
La carretera sigue los altos pilares que sostienen la vía del metro cuyas estaciones elevadas ya están a punto de recibir pasajeros. Veo anuncios de Vodafone en las farolas. Nos dice Rajij que hay 25 kilómetros desde east of Kailash, el barrio de Nueva Delhi donde vivimos, hasta Gurgaon. Pasamos por extensos tenderetes de marmolistas a pie de autovía y de repente se ensancha el espacio visible, hay grandes zonas ajardinadas y empiezan a aparecer las nuevas construcciones. Edificios de muchos pisos, de apartamentos y de oficinas, con nombres como Vatika Business Center, Mega Mall, Sahara Mall, estos dos son grandes centros comerciales de cristaleras espejeantes, Dell, T&T Motors, Ernst & Young, Aviva, American Express, South Point, Hotel Ibis, etc.
Hay anuncios enormes ofreciendo pisos de lujo e hipotecas para familias de jóvenes ejecutivos.
Nuestro objetivo era visitar las oficinas de una empresa de externalización de servicios de información financiera para bancos, entidades del sector y grandes empresas. Esta empresa ocupa dos plantas de un edificio nuevo de oficinas. La fundaron dos compañeros de estudios de la London School of Economics, uno indio residente en Londres y otro colombiano que vive entre Londres, Nueva York, Dubai y Hong Kong. Tienen treinta y pocos años. Nos abre la puerta una agente de seguridad, una mujer joven uniformada. Nos adjudican un acompañante para visitar el complejo. Nos muestra las salas de trabajo cuyas puertas abre con una tarjeta magnética y un código. En cada una de ellas trabajan 20, 30, 40, o más empleados, hombres y mujeres, todos menores de 35 años, todos titulados universitarios. Están frente a su pantalla y saludan sonrientes. Vestimenta: traje y corbata ellos, vestido formal ellas y zapato de tacón, se ve algún turbante sikh. Cada equipo trabaja para un cliente y la separación absoluta de espacios se hace para preservar la confidencialidad. Según la magnitud del cliente y de la tarea encargada se organiza el equipo con más o menos empleados. Al final del pasillo hay un bar con mesas y sillas, una barra y un camarero de blanco. En la planta superior hay una terraza donde salen los empleados a fumar y a hablar por el móvil, rodeados de rascacielos. Nos ofrecen cocacolas en una sala de juntas con mesa ovalada y un cuadro en la pared en carboncillo muestra a un toro bravo embistiendo. La decoración es moderna, sobria, de calidad. La plantilla es de 500 personas. La empresa dispone de una flotilla de taxis que recoge a los trabajadores en puntos de la capital, los lleva al trabajo y los devuelve al finalizar la jornada laboral. Con la llegada del metro este servicio no será necesario.
Al día siguiente visitamos la parte antigua de Delhi. Vaya contraste con Gurgaon. La India de siempre y la India emergente. Por la noche cenamos en casa de una amiga donde encontramos a varias parejas de jóvenes de entre 25 y 35 años que viven Gurgaon y trabajan en esa ciudad. Dicen que hay escuelas, hospitales, tiendas, y todo lo necesario para vivir cómodamente. Solo estan esperando que inauguren el metro para poder desplazarse a Nueva Delhi sin tener que sufrir embotellamientos.
Se acabaron las familias extensas conviviendo con los abuelos, los tíos y los primos. El cambio hacia la modernidad está dando paso a las familias nucleares: papás y mamás que trabajan con uno o dos niños y que viven en apartamentos modernos entre rascacielos y centros comerciales.
En Gurgaon están las grandes empresas de telemarketing que se han hecho famosas.

Gurgaon, Hariana, India

Ver la entrada siguiente para saber más de Gurgaon, una nueva ciudad supermoderna de la India donde se concentran los call centers o cnetros de telemarketing que atienden a clientes de todo el mundo.Posted by Picasa

27.1.10

Dayanita Singh expone sus fotos en Madrid

No conozco personalmente a la fotógrafa india Dayanita Singh pero sigo su obra desde hace años debido a una serie de casualidades.
Hace más de una década, el también fotógrafo Toni Catany me dejó un libro de fotos de Dayanita cuyo título era "Myself Mona Ahmed" y en el que aparecía en imágenes la vida de un eunuco ya anciano que vivía en un cementerio. Algunos años después fui a vivir a Calcuta y cuál no fue mi sorpresa al ver en casa de la señora que me alquilaba el piso donde fui a vivir una foto de su familia tomada por Dayanita Singh y, más tarde, en la misma casa, el libro "Privacy" en que aparecía esa foto publicada. Me contó mi casera que su nuera y Dayanita habían sido compañeras de escuela y que seguían siendo muy buenas amigas y me regaló el libro. Lo miro con frecuencia porque me parecen sus fotos extraordinarias. Se trata de familias de Calcuta y de Bombay en su mayor parte, también las hay de Goa. Familias en sus casas. En blanco y negro. Los muebles, los cuadros, las paredes, los suelos, la luz, todo colabora a crear unos ambientes íntimos, entre modernos y decadentes, donde los personajes, elegantes y sofisticados la mayoría, dan a entender varias generaciones de holgura económica y altos niveles de educación. Otra cara de la India de la que solo acostumbramos a ver su faz más depauperada.
Hace un mes estábamos cenando en un restaurante de Ballygunge, en una ciudad tan grande como Calcuta, y por casualidad, otra más, entró un conocido nuestro que hacía años no sabíamos de él, Aveek Sen. Nos contó que iba a ir a Madrid en enero para la inauguración de una exposición de una fotógrafa india llamada Dayanita Singh. ¡Dayanita otra vez! Precisamente hacía unos días habíamos vuelto a ver la fotografía familiar colgada en la pared de la casa de mi en otros tiempos casera, hoy buena amiga, y que, por cierto, se convirtió en uno de los personajes más entrañables de mi libro ¡Esto es Calcuta!
Exposición en la Fundación Mapfre de Madrid.

26.1.10

Bahman Jalali, fotógrafo iraní, ha fallecido




Bahman Jalali, Irán 1944, ha fallecido en Teherán el 15 de enero de 2010. Está considerado como el fotógrafo iraní más importante por su larga e intensa carrera que le llevó a fotografiar durante más de cuarenta años lo ocurrido en su país e iniciar la fotografía artística. Trabajó con gran dedicación junto con su mujer, la también fotógrafa Rana Javadi, en la conservación de la fotografía iraní del siglo XIX. Dio clases en la universidad durante veinte años y fundó el primer museo de fotografía de Irán.

Su obra, original y ejemplar, es poco conocida debido tanto a circunstancias particulares de su desarrollo como a ciertas condiciones de visibilidad restringidas que tienen que ver a la vez con la propia biografía del autor y con la historia reciente de su país, como dice Enzo Agrigento en su artículo de hoyesarte.com del 21 de enero.


En 2007 la Fundación Tapies de Barcelona ofreció una magnífica exposición antológica de su obra, que comentamos en este mismo blog en su momento.