30.8.11
El pájaro de barro de Tareque Masud
3.8.11
Rabindranath Tagore, 150 aniversario, Año Tagore
Construiré de barro el hogar de mis últimos días
Tagore es probablemente el personaje más venerado en Bengala, tanto en el estado de Bengala Occidental, perteneciente a la India, como en Bangladesh. Su obra, poesía, novelas, relatos cortos y ensayos, se sigue leyendo allí y sus canciones forman parte del saber popular y se cantan en escuelas, universidades y reuniones familiares.
Aunque nacido en una familia hinduísta siempre se consideró el producto de "una confluencia de tres culturas: la hindú, la musulamana, y la británica". Su abuelo, un rico babú de Calcuta que había progresado haciendo negocios con los británicos, hablaba árabe y persa, y Rabindranath creció en un entorno donde se estudiaba el sánscrito, la literatura persa y las tradiciones islámicas.
Zenobia Camprubí, esposa del poeta español Juan Ramón Jiménez, tradujo las obras de Tagore al castellano y el matrimonio contribuyó en gran manera a la popularidad de que gozó en España durante la primera mitad del siglo XX.
Amartya Sen, bengalí como Tagore y premio Nobel de Economía, ha escrito un interesantísimo trabajo sobre él cuyo enlace encontraréis aquí.
Puedo imaginar lo que fue Santiniketan en vida del poeta, cuando miro a mi alrededor, sentada bajo la sombra del gran baniano que se encuentra en el recinto de la universidad Vishvabarati. Grandes árboles de extensas copas protegen del sol de julio a quien bajo ellos se cobija. Más allá zonas de pradera, alguna laguna, grupos de palmeras. Puedo imaginar lo que sentía Rabindranath Tagore cuando en 1901 llegó desde la ciudad, Calcuta, dispuesto a poner en marcha una escuela para niños que estuviera en armonía con la naturaleza, convencido de que la educación no debe ser una tortura sino una alegría. Instalado en las tierras donde su padre tenía un ashram, empezó su labor pedagógica debiendo superar dificultades económicas además de la reticencia de los campesinos y la suspicacia de los burócratas, a causa de la mala reputación que tienen los poetas como él mismo decía. Pero, “Cuando dejé la lucha por obtener resultados, en la ambición de beneficiar a los otros, y fui en busca de mis necesidades más profundas, cuando sentí que vivir la propia vida en plenitud, es vivir la vida de todo el mundo, entonces, la inquieta atmósfera de la lucha externa se disipó y el poder de la creación espontánea encontró su camino hacia el centro de todas las cosas”.
Intento aislarme del ruido de la calle para oír las voces de los niños que a la sombra de los mangos y de los bokules en flor siguen sus clases. Aunque las escuelas y la universidad siguen funcionando, ahora a cargo del Estado, muchas cosas han cambiado en Santiniketan desde que falleciera el poeta. Maestros y profesores forman parte, hoy, de la gran masa funcionarial que vive a la sombra del Estado indio. Alrededor de las villas que se hicieron construir las familias de la burguesía ilustrada de Calcuta que apoyaron en su momento la idea de Tagore, se construyen nuevas casas, nuevos hoteles. Santiniketan está de moda para un tipo especial de viajeros, tanto indios como extranjeros, aquellos que buscan un ambiente de paz, de cultura, de amor a la naturaleza, de reconocimiento al trabajo de los campesinos y de admiración por sus artistas y sus artesanos. También de aquellos que quieren sentir de cerca la impronta de su poeta más famoso y primer premio Nobel de Asia, el escritor más internacional de
El gran baniano que me cobija cuyo tronco, custodiado por hileras de raíces que penden de las ramas, no alcanzan abarcar cuatro personas con los brazos extendidos, se ha llenado de pájaros. Mis compañeros y compañeras de sombra se interesan por mi procedencia, yo por la suya. Entablamos una conversación que puede durar horas y quizá sea el origen de una amistad duradera. Después saldré del recinto y pasaré un rato descubriendo libros extraordinarios, nuevos y viejos, algunos comidos por las polillas o descoloridos por las aguas, entre las estanterías de la librería del pueblo. Saldré cargada de cuentos ilustrados, escritos en bengalí, cuyas palabras no entenderé nunca y, antes de que anochezca, en un rickshow de bicicleta, volveré a la casa donde me alojo para compartir con mis anfitriones la puesta de sol.
29.7.11
Afganistán, con una terrible historia a cuestas
15.5.11
El Naga Bikashmaharam


17.4.11
Salir de Manikaram, India
28.2.11
Artistas iraníes en España
Deseo que este grupo se vaya consolidando y que los artistas iraníes que están por estas tierras se pongan en contacto con la Galería Perspolis porque todos sabemos que la unión hace la fuerza..
14.2.11
Atlas o la trastienda del arte
Hace un par de semanas en un viaje a Madrid fui a visitar la exposición que hay en el Reina Sofía. Se titula Atlas ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? pero para mí fue ver lo que hay en la trastienda del arte, todo aquello que los artistas han ido coleccionando, lo que han ido pensando, pegando, dibujando, y quizá guardando en un cajón o en una carpeta o tirándolo a la papelera, antes de que las ideas se convirtieran en obra de arte. Es el trabajo que ha quedado en hojas sueltas, en cuadernos, en inventarios, en bocetos, acumulados en un armario del taller o del estudio, es el trabajo que no ha recibido ovaciones ni reconocimiento, el trabajo diario, humilde, pero sin el cual las grandes obras de arte no hubieran sido posibles.
He visto una observación minuciosa de la naturaleza, plantas, hojas, ramas, semillas, también nubes, muchas nubes. Collages de recortes de periódicos en una toma de consciencia de la situación social, de las guerras y del sufrimiento, no en vano esta exposición se ocupa del siglo veinte. La distorsión de las líneas y de las luces. La repetición y repetición con variaciones de números. Sumatorio de instantes. Ingente trabajp que hay detrás de la trayectoria y en la formación de un artista, de cada uno de ellos.
7.12.10
Mar de amapolas
El personaje central de esta novela es Deeti, una mujer viuda y que ha sido salvada por un hombre antes de ser inmolada en la pira funeraria junto a su marido. Ella y seis personas más comenzarán un viaje en barco, el Ibis, hacia la Isla Mauricio. Así, en medio del mar y separados de su lugar de origen, se escapan de la situación que viven y su condición de casta y toman las riendas de su destino.
Amitav Ghosh explicó en la presentación del libro, en Casa Asia, que la idea de este relato surgió porque quería contar lo que había sucedido con los trabajadores cuando se prohibió la esclavitud a principios del siglo XIX. Ya sin esclavos, se exportaron más de un millón de indios a diferentes lugares del mundo, el proceso duró más de cien años y dio lugar a un cambio demográfico importante.
Estas migraciones no se producían desde la costa, como ocurre habitualmente, sino que ocurrían desde el interior, algo que llamó la atención del escritor. Investigando descubrió que todo ello estaba relacionado con la producción y el cultivo de opio que se había incrementado bajo el imperio británico.
En un estudio de la historia del opio desde el siglo XVII observó que, ante el desequilibrio de la balanza comercial existente entre China y Europa, los únicos productos que podía necesitar el país oriental eran algodón y, precisamente, opio. De esta forma, empezaron a exportar a mayor escala desde India a China y el negocio creció.
El contrabando británico de opio de la India Británica hacia la China y los esfuerzos del gobierno chino ante la adicción de la población para imponer sus leyes contra las drogas llevaron al conflicto que se conoce como Guerras del Opio. Según indicó Ghosh, existe un paralelismo entre hechos pasados y presentes. "El discurso que se dio durante la guerra del opio es parecido al que se ha oído en la guerra de Irak", señaló. Estos paralelismos se refuerzan, según indicó el autor de 'Mar de amapolas', en el hecho de que las empresas británicas fomentaran el conflicto. Además, indicó que el discurso que se daba a las tropas era que iban a ser bien acogidos porque les necesitaban. "Cuanta más distancia tomas de la historia ves que el vínculo que hay entre el siglo XIX y XX es mayor. Y fue Napoleón quien dijo que cuando China despertara el resto del mundo temblaría", señaló.
Ghosh ha explicado que, entre otras cosas, estaba interesado en transmitir al lector el multilingüismo que hay en el Océano Índico porque, a su juicio, "es el receptáculo de multitud de idiomas". "El libro está lleno de pequeños toques de toda esta mezcla de idiomas porque en realidad siempre me interesó el idioma criollo, que ha sido excluido de la literatura por considerarlo una corrupción del idioma correcto. Yo creo todo lo contrario, lo veo como aportaciones, como una flor", dijo. Traducir este libro es una labor harto difícil y debemos felicitar a los traductores de las ediciones en castellano y catalán.
Escribir este libro llevó al autor cerca de cuatro años, ya que tuvo que aprender tanto los términos marineros como la forma de darles uso. "Encontré un diccionario destinado a hacer posible la comunicación entre personas de distintos puntos del mundo, y en él se ve la influencia de muchos idiomas para poder desarrollar este vocabulario común", dijo.
'Mar de amapolas' es la primera entrega de una futura trilogía que abarcará toda la historia de India en el siglo XX. Amitav Ghosh nació en Calcuta en 1956 y vivió entre Bangladesh, Sri Lanka, Irán e India. Entre sus libros, destacan títulos como 'El círculo de la razón', 'Líneas de sombra', 'El cromosoma Calcuta', 'El palacio de cristal' o 'La marea hambrienta'.
Me gusta como escribe Amitav Ghosh y me interesan mucho los temas que trata. Lo descubrí cuando Anagrama publicó "El cromosoma de Calcuta" y lo redescubrí cuando viví en esa ciudad de Bengala Occidental. Yo vivía cerca del Gol Park donde se desarrolla otra de sus novela "The shadow Lines" o "Las lineas de sombra". Leyéndola podía seguir los lugares donde ocurrían los hechos y saber algo más de la historia de aquella fascinante ciudad india. E varias de sus novelas aparece el personaje de la mujer extranjera cuya presencia inocente provoca sin embargo grandes desgracias. Se lo comenté al autor y no pareció estar de acuerdo conmigo, al menos en el caso de "La marea hambrienta".
20.11.10
Breve historia de la casa Fullá de los arquitectos Clotet y Tusquets
19.10.10
Kerala-Bengala: Miradas cruzadas. Fotografías de Subhrajit Basu.
En la exposición hay también dos montajes audiovisuales de imágenes en color que podemos observar cómodamente recostados en unos cojines distribuidos por el suelo de una sala oscura. En uno de ellos van pasando fotos del Kumba Mela que se celebró hace unos meses y cuyas procesiones de rarísimos personajes captó Bodo con maestría y humor. En el otro hay fotos de la India en general donde el color es el protagonista principal. Aunque la India sea quizá el país más fotogénico del mundo y por lo tanto el más fotografiado, la mirada de Subhrajit Basu es especial y capta aquellos instantes únicos que debido al exceso visual se nos escapan.
10.10.10
Costumbres gastronómicas de Irán en la escuela de cocina Hofmann
3.10.10
El mundo visto por Ali-Reza Darvish
Eso ya pasó y recuperado el silencio contemplo mientras bebo un té mezcla de Darjeeling y Assam con cardamomo, el cuadro del pintor iraní Ali-Reza Darvish. Un mundo como un ovillo está suspendido en medio de un universo azul. Es nuestro mundo. Cientos de lápices de colores erguidos apuntan al cielo y proyectan sus sombras sobre una alfombra persa desde cuyo centro y en espiral una mujer inicialmente en cuclillas se va levantando hasta quedar de pie en una secuencia de muchas imágenes. Los hilos del ovillo pasan entre los lápices, un reloj al que se le puede dar cuerda tiende sus velos semitransparentes sobre la alfombra. Los hilos vistos de cerca son tiras de periódicos en diferentes idiomas, persa, alemán, francés, japonés. Escondidos entre ellos están Obama, los Beatles, Bin Laden, Spielberg, George Clooney. Tres figuras destacan sobre el azul del cielo, una mujer, un hombre y un caballo. Intentan levantarse, correr y deshacerse de las ataduras de esos hilos/tira de periódico que les mantienen aferrados, en un afán de libertad y trascendencia.
30.9.10
Un lugar en el que yo nunca estuve
Este es el título de un libro muy especial cuyo autor firma con el seudónimo de Paul Mushin.
¿Por qué es tan especial? Primero: Porque en su portada no figura ni el título ni el nombre del autor, solamente aparece la cubierta de un pasaporte argentino. El título y el autor (seudónimo) están en el lomo. Una genialidad de América Sánchez, el diseñador. Segundo: Porque no se encuentra más que en "Negra y Criminal", una librería tan especial como el libro del que hablamos, famosa en todo el mundo entre los aficionados a la novela negra y que está en el marinero barrio de la Barceloneta, calle de la sal nº 5, Barcelona. Tercero: Porque es una novela que trata de un tema hasta ahora inédito, el de la pesca en los grandes caladeros próximos a Namibia, Las Seychelles y Uruguay, la corrupción que existe alrededor de la merluza negra y otras especies codiciadas donde están implicados la flota pesquera española, los puertos donde atracan los barcos y los gobiernos de los países interesados.
En la novela hay asesinatos, persecuciones marítimas, inspectores de policía que investigan, y una venganza in extremis.
El autor es un catalán nacido en Buenos Aires, licenciado en biología por la Universidad de Barcelona que trabajó cinco años en Namibia y ocho en las Seychelles como inspector de pesca. Posteriormente como asesor de la Comunidad Europea en los campos de refugiados de Ruanda y Burundi. Últimamente su actividad profesional se ha desarrollado en Uruguay y Argentina.
El sábado 23 de octubre a las 13h. habrá una tertulia sobre este libro en "Negra y Criminal" (Sal 5, BCN) con el autor de verdad. Yo lo presentaré. Será una buena ocasión para encontrarnos, y disfrutar de un mediodía de sábado de otoño con un vaso de vino y algún mejillón. Estáis invitados.
25.8.10
Pensamientos fugaces

Pensamientos que llegan en cascada, ¿quién los registrará? Se perderán en la inmensidad, se los llevará el río, se hundirán en el océano y nunca más serán recordados. Si hubiera una grabadora que los registrara sin necesidad de expresarlos con palabras o con letras escritas sería fantástico, los podría recuperar, compartir y comentar. Pero fluyen con tal rapidez que ya se han perdido para siempre.
Sentada en la cabina al lado del chofer en el camión de fabricación rusa que nos lleva a Mazar i Sharif, con la caja trasera llena de turistas desorientados, acalorados y enfadados, contemplo mientras cruzamos un desierto sin más límite que el horizonte, encuadrados en el marco del espejo retrovisor, los labios sensuales y perfectos del chofer que se mueven levemente al desplazar un palillo a lado y lado de la boca. Por suerte no veo sus ojos, él tampoco ve los míos, y puedo concentrarme descaradamente, sin peligro a ser descubierta, en esta escena que durará tanto como la travesía del desierto. A la vez por mi mente discurre una cascada de pensamientos sorprendentes, absolutamente increíbles, que parten veloces y que nunca más podré alcanzar…
Esta foto es de Sabrina y Roland Michaux, los que han tomado las mejores fotografías de Afganistán. El chofer del que hablo se parecía a este personaje. Eran otros tiempos.
21.8.10
De qué hablo cuando hablo de correr. Palitana II. Pensamientos posteriores a la lectura del libro del mismo título de H. Murakami.
Correr hasta la meta que estaba a
De madrugada llegaba al pie del monasterio. Tenía 3950 escalones por delante y debía subirlos antes de que el sol llegara a su zenit y el calor fuera insoportable.
Puedo andar en terreno llano sin problemas distancias considerables pero las subidas me resultan penosas y se me acaba el soplo enseguida, parecía pues una empresa imposible.
Además iba calzada con unas chanclas que al poco de iniciar el ascenso me resultaron incomodísimas. Me fijé en los demás peregrinos: iban descalzos. Vi que el suelo era de cemento liso. Me quité las chanclas y seguí descalza. Siempre me ha gustado sentir el fresco suelo directamente en las plantas de mis pies.
Por suerte los escalones no eran altos ni regulares, unos más anchos que otros y en algunos tramos el camino era ascendente pero liso lo que propiciaba cambios en el ritmo y por lo tanto que el ascenso fuera menos aburrido.
Después de subir unos trescientos escalones ya no podía respirar. Como había empezado el camino dudando de mi capacidad física, el hecho de no poder más tan pronto no hacía sino confirmarme que aquel objetivo era para mí imposible de conseguir. Pero seguí subiendo con la ayuda del bastón que había alquilado y los ánimos que recibía de los que subían a mi lado, tan poco entrenados como yo, jóvenes, maduros e incluso viejos, delgados y gordos, todos movidos por una fe de la que yo no gozaba y que a ellos les aseguraba la llegada allí donde los templos y la divinidad les estaba esperando. Superé con dificultad los 500 primeros escalones. Cuando pasé el 1000 marcado en la piedra me pareció que no llegaría mucho más lejos, Pero pisé el 2000 y sorprendida vi que seguía adelante. El cambio se produjo en el 2500, entonces traspasé la pared de piedra que decía Murakami, a partir de aquel momento subía con facilidad, sin pensar, escalón tras escalón, a buen ritmo, sin parar, sin acelerar, como una máquina bien engrasada, hasta el final, allí en la cima donde un bosque de templos blancos todavía vacíos de fieles me reservaban una visión extraordinaria. En aquel momento tenía la sensación de que hubiera podido seguir subiendo hasta Dios sabe dónde.
Los peregrinos que iban llegando tenían rituales que cumplir para complacer a sus dioses, bañarse, cambiarse de ropas, hacer ofrendas, orar… yo solamente observaba, mi objetivo se había cumplido ya por el hecho de haber llegado. La satisfacción me inundaba, el espectáculo me fascinaba. Los músculos descansaban y la mente también.
El descenso fue fácil, relajado y alegre.
Respecto al hecho de escribir como contrapunto al hecho de correr, como hace Murakami en su libro, me da que pensar. Se trata de empezar: lo que se entiende por “ponerse”. Escribir la primera frase, el primer párrafo. La pereza mental se ha instalado en mi cerebro. Soy una perezosa mental, y en muchas épocas de mi vida, ahora mismo, prefiero limpiar la casa, cocinar, preparar conservas con recetas exóticas o ir a la compra, antes que escribir. Cuando estudiaba el bachillerato me ocurría algo así. Me daba pereza seguir pensando en cómo se resolvía un problema. Si no salía a la primera, fuera. En cambio había quien al día siguiente por la mañana tenía la solución, había estado pensando en ello toda la noche y lo había conseguido, estaba feliz, tenía músculo mental, lo entrenaba y llegaba al objetivo que era: resolver el problema. No está nada mal la vida contemplativa, de hecho la disfruto a cada momento pero también sé que estar inmersa en la escritura de un libro es algo excitante, una aventura envolvente y fantástica.
En vista de que llegué a subir a Palitana y de que a Murakami le va muy bien lo de correr para poder escribir, vaya, que le es imprescindible correr como mínimo sesenta kilómetros todos los días para poder seguir escribiendo, he tomado la decisión de volver a la disciplina, hacer las 20 piscinas tres días a la semana, o quizá todos los días, bueno, no pienso nadar ni sábados ni domingos, faltaría más, y sentarme seguidamente en el ordenador a escribir.
¿Será esta una nueva etapa? El tiempo lo dirá.
He comentado el libro con mis amigos. A Fernando no le ha gustado nada, dice que le parece una aberración tener que disciplinarse tanto a estas alturas de la vida. A Marta le ha gustado y está muy contenta porque ella no tiene que hacer tanto esfuerzo para conseguir todos los objetivos que se propone en su vida profesional de ejecutiva creativa. A cada lector le afecta el libro a su manera y a todos les hace pensar en su propia situación, en su manera de enfrentarse a los retos que se presentan, en su filosofía vital. Interesante.
30.7.10
Palitana, conjunto de templos en Gujarat, India.
Palitana era el objetivo del último viaje a
Aprovechamos que nuestra amiga Falguni estaba en Baroda en casa de su madre para iniciar desde allí la excursión por el Gujarat. El viaje en coche hasta la ciudad de Palitana es largo y pesado aunque las carreteras en ese estado occidental de
La salida matutina debía hacerse todavía de noche para poder empezar el ascenso antes de que amaneciera y así llegar a la cima cuando el sol todavía no calentara demasiado. Era invierno, la mejor época del año para viajar a las zonas calurosas de la India.
Más de tres mil quinientos escalones llevan a los templos, dicen que hay exactamente tres mil novecientos cincuenta.
Nuestra llegada en coche al lugar donde empieza el ascenso provocó un revuelo exagerado, hombres con palos se empujaban unos a otros de manera que con el gentío y la oscuridad, no sabíamos si nos querían apalear, pues nos empujaban y gritaban. Falsa alarma, se trataba de porteadores que nos querían subir cuestas a cambio de unos cientos de rupias.
Llegamos con dificultad a la oficina de acogida donde dan permiso escrito para hacer fotografías. Luego alquilamos cada uno la caña o bastón de peregrino que nos ayudaría en la subida. Yo no iba bien calzada para el camino y mis chanclas me hacían tropezar. Como observé que la gente subía descalza y el terreno era de cemento liso, me las saqué. Descalza se caminaba mejor. Así llegué hasta la cima sin dificultad y con los pies en perfecto estado.
El ascenso es una maravilla. Mientras va clareando se ven, allá abajo, la llanura y el río sumidos en brumas evanescentes. Un sol rojo rojísimo aparece en el horizonte y va subiendo con nosotros. Charlas entre peregrinos, ambiente alegre y distendido, tramos de camino llano con bancos de piedra donde descansar y comentar con los que se sientan a tu lado. Familias enteras hacen la subida, los niños corretean y los abuelos más abuelos se hacen subir por los porteadores. Vienen de Bombay o de Ahmedabad o incluso de lugares mucho más lejanos, en
Los templos de Palitana constituyen un centro de religioso jaín visitado diariamente por cientos de peregrinos que suben andando pues no hay carretera. El conjunto está formado por unos setecientos templos que se han ido construyendo durante novecientos años, el más antiguo data del siglo XI. Pegados unos a otros forman un laberinto de piedra, mármol y yeso.
Llegados a la cima, hombres y mujeres se separan y entran en los respectivos centros de aguas donde se bañan y se cambian de ropa. Lo más sorprendente es verlos a ellos preparados para entrar en el templo y hacer las ofrendas, vestidos con unos metros de tela al estilo sari femenino, algunos de color liso otros de colorines, y con un bolsito bordado con abalorios colgando del brazo. Además llevan la boca tapada con un pañuelo.
Si cuando llegamos, el conjunto de templos está desierto, y solamente los que allí trabajan dan con sus vestimentas amarillas color a los espacios de piedra, al cabo de unas horas está lleno de fieles, deambulando, haciendo colas para entrar en los templos más importantes o simplemente descansando sentados en el suelo o en las escaleras que conducen a otros muchos templos. Carruajes de plata tirados por caballos de plata tirados a su vez por hombres de amarillo conducen a los peregrinos a dar vueltas por el patio del templo principal.
Sentados a la sombra de un porche sostenido por barrocas columnas de piedra contemplamos durante horas el bullicio de las gentes y el ondear de los gallardetes de colores sujetos a las lanzas que culminan las cúpulas estilizadas de los templos.
14.7.10
Noche de efluvios en Teherán, vino, gasolina y petróleo

Volábamos en el coche de Shirin por las autopistas que rodean la ciudad de Teherán. Ella al volante no paraba de hablar. Nos acabábamos de conocer aunque sabíamos la una de la otra desde hacía tiempo a través de nuestra amiga común, Merche, la misma que nos había preparado esta cita desde Berlín.
- Shirin te espera esta noche a las diez en su casa de Yusefabad, calle tal número cual, me había dicho Merche por teléfono.
Tomé un taxi desde donde yo estaba para ir a la cita. El taxista era un joven estudiante que se pagaba los estudios trabajando por las noches. Venía de un pueblo del Azerbaijan iraní y consideraba que su vida era muy dura: trabajar de noche, ir a clase y estudiar de día le estaban minando la salud. Parecía enfadado con todo el mundo, conmigo también. Estaba convencido de que todos los extranjeros odiaban a Irán. Pero como continuaba hablando le seguí la corriente y acabó relajándose y sonriendo. Le di una buena propina.
Shirin vivía en un piso de un edificio alto con verja y jardín. Vivía sola y había decorado su hogar a su gusto con telas de colores, mantas y alfombras, velas y lámparas de cobre que daban una luz tenue y agradable. Shirin es una mujer de unos 35 años, que lleva ya bastantes trabajando de periodista para periódicos y revistas que siempre acaban cerrando por razones políticas. Estos cierres se han convertido ya en rutina. Sabe que al poco tiempo le ofrecerán de nuevo un trabajo en un periódico que va a salir con otro nombre pero con la misma ideología que el anterior. Hay un mundo subterráneo de periodistas, empresarios y demás profesionales de la información disidentes, que aparecen y desaparecen según sople el viento en las altas esferas gubernamentales.
Puso la música a todo volumen y apretó el acelerador todavía más, le encantaba, me dijo, correr por los cinturones de asfalto de la ciudad cuando por la noche el tráfico es casi inexistente. Eso le da una sensación de libertad y así hasta la vida en Teherán le parece bella y excitante. La habían invitado a cenar unos amigos y me llevaba a mí de acompañante. Llegamos a un barrio de clase media. Con edificios de tres o cuatro pisos. Aparcamos sin problemas en la calle frente a la casa. Shirin llamó al timbre y por el interfono una voz respondió y nos abrió la puerta. Subimos las escaleras hasta el segundo piso y esperamos a que se abriera la puerta, cuando eso ocurrió, un olor a vino evidente nos dio la bienvenida. En el interior de la vivienda los amigos de Shirin estaban contentos y muy atareados pues estaban preparando el vino que beberían durante el próximo año. En Irán está prohibida la venta de bebidas alcohólicas, no se vende alcohol ni siquiera en los hoteles de lujo donde se alojan los extranjeros.
-¿No tenéis miedo de que os denuncien los vecinos?, le pregunto a nuestra anfitriona, una joven que dice ser artista pintora.
-No, los ocupantes de este edificio son todos de la familia.
Me mostraron una habitación interior, la más escondida de la casa, donde había veinte bidones de plástico azul de casi un metro de alto por medio de diámetro en los cuales fermentaban las uvas ya chafadas pero que debían remover con unos palos de madera llenos de clavos en el extremo cada día durante varias horas. Para esta labor se turnaban los amigos de dos en dos, cada día una pareja distinta. Eran tres parejas las que se habían puesto de acuerdo y habían comprado en el bazar una tonelada de uvas. Lo vienen haciendo desde hace tres años. Luego se reparten las botellas. Me cuentan entre risas que el día en que fueron a por las uvas, al tendero ya no le quedaba más que una tonelada pues un momento antes otros dos coches se habían llevado sendas toneladas. Todos sabían para qué servirían esas uvas, pero nadie rechistaba, el tendero tampoco porque en un periquete había vendido toda su mercancía y a buen precio.
Los participantes en la cena y también en el asunto del vino eran dos matrimonios, ellos compañeros de trabajo, ingenieros, y ellas trabajando en el mundo de la moda y del arte. Además de la anfitriona, que vive sola, y de Shirin. Todos entre los treinta y los cuarenta años, modernos, altos y delgados, bien parecidos, ellas muy guapas. El piso es antiguo y está sin reformar pero en excelente estado de conservación. Tiene amplios espacios, techos altos y pavimento hidráulico modernista. Como el tiempo es agradable cenaremos fuera en el balcón donde han puesto una barbacoa y una alfombra para sentarse. El balcón da a un amplio centro de manzana sobre jardines llenos de árboles. Mientras cenamos los chicos me cuentan en qué consiste su trabajo. Tienen una empresa privada que colabora con el Estado y su tarea es la de buscar y comprar la maquinaria necesaria para reconstruir las refinerías que fueron destruidas durante la guerra Irán-Irak y que los iraníes debido al embargo nunca han podido rehacer debido al embargo económico. Uno de los mayores problemas de Irán, productor y exportador de petróleo, es que tiene que comprar la gasolina después del proceso de refinado del petróleo porque no tienen medios para hacerlo. Además el Estado iraní subvenciona la gasolina que se vende a precios muy bajos y, con el aumento del parque móvil en los últimos años, eso resulta insostenible. Cuando escribo esto ha salido la noticia en los periódicos según la cual algunos países occidentales han decidido no vender más gasolina a Irán como respuesta a su plan de desarrollo nuclear. Irán a su vez amenaza con no venderles petróleo.
Terminada la cena entramos en el salón para seguir con la tertulia sentados en los mullidos sofás y saboreando gin tonics. De vez en cuando alguien se levanta, se coloca un delantal, y se va a la habitación secreta a darle vueltas al vino.