17.4.11
Salir de Manikaram, India
28.2.11
Artistas iraníes en España
Deseo que este grupo se vaya consolidando y que los artistas iraníes que están por estas tierras se pongan en contacto con la Galería Perspolis porque todos sabemos que la unión hace la fuerza..
14.2.11
Atlas o la trastienda del arte
Hace un par de semanas en un viaje a Madrid fui a visitar la exposición que hay en el Reina Sofía. Se titula Atlas ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? pero para mí fue ver lo que hay en la trastienda del arte, todo aquello que los artistas han ido coleccionando, lo que han ido pensando, pegando, dibujando, y quizá guardando en un cajón o en una carpeta o tirándolo a la papelera, antes de que las ideas se convirtieran en obra de arte. Es el trabajo que ha quedado en hojas sueltas, en cuadernos, en inventarios, en bocetos, acumulados en un armario del taller o del estudio, es el trabajo que no ha recibido ovaciones ni reconocimiento, el trabajo diario, humilde, pero sin el cual las grandes obras de arte no hubieran sido posibles.
He visto una observación minuciosa de la naturaleza, plantas, hojas, ramas, semillas, también nubes, muchas nubes. Collages de recortes de periódicos en una toma de consciencia de la situación social, de las guerras y del sufrimiento, no en vano esta exposición se ocupa del siglo veinte. La distorsión de las líneas y de las luces. La repetición y repetición con variaciones de números. Sumatorio de instantes. Ingente trabajp que hay detrás de la trayectoria y en la formación de un artista, de cada uno de ellos.
7.12.10
Mar de amapolas
El personaje central de esta novela es Deeti, una mujer viuda y que ha sido salvada por un hombre antes de ser inmolada en la pira funeraria junto a su marido. Ella y seis personas más comenzarán un viaje en barco, el Ibis, hacia la Isla Mauricio. Así, en medio del mar y separados de su lugar de origen, se escapan de la situación que viven y su condición de casta y toman las riendas de su destino.
Amitav Ghosh explicó en la presentación del libro, en Casa Asia, que la idea de este relato surgió porque quería contar lo que había sucedido con los trabajadores cuando se prohibió la esclavitud a principios del siglo XIX. Ya sin esclavos, se exportaron más de un millón de indios a diferentes lugares del mundo, el proceso duró más de cien años y dio lugar a un cambio demográfico importante.
Estas migraciones no se producían desde la costa, como ocurre habitualmente, sino que ocurrían desde el interior, algo que llamó la atención del escritor. Investigando descubrió que todo ello estaba relacionado con la producción y el cultivo de opio que se había incrementado bajo el imperio británico.
En un estudio de la historia del opio desde el siglo XVII observó que, ante el desequilibrio de la balanza comercial existente entre China y Europa, los únicos productos que podía necesitar el país oriental eran algodón y, precisamente, opio. De esta forma, empezaron a exportar a mayor escala desde India a China y el negocio creció.
El contrabando británico de opio de la India Británica hacia la China y los esfuerzos del gobierno chino ante la adicción de la población para imponer sus leyes contra las drogas llevaron al conflicto que se conoce como Guerras del Opio. Según indicó Ghosh, existe un paralelismo entre hechos pasados y presentes. "El discurso que se dio durante la guerra del opio es parecido al que se ha oído en la guerra de Irak", señaló. Estos paralelismos se refuerzan, según indicó el autor de 'Mar de amapolas', en el hecho de que las empresas británicas fomentaran el conflicto. Además, indicó que el discurso que se daba a las tropas era que iban a ser bien acogidos porque les necesitaban. "Cuanta más distancia tomas de la historia ves que el vínculo que hay entre el siglo XIX y XX es mayor. Y fue Napoleón quien dijo que cuando China despertara el resto del mundo temblaría", señaló.
Ghosh ha explicado que, entre otras cosas, estaba interesado en transmitir al lector el multilingüismo que hay en el Océano Índico porque, a su juicio, "es el receptáculo de multitud de idiomas". "El libro está lleno de pequeños toques de toda esta mezcla de idiomas porque en realidad siempre me interesó el idioma criollo, que ha sido excluido de la literatura por considerarlo una corrupción del idioma correcto. Yo creo todo lo contrario, lo veo como aportaciones, como una flor", dijo. Traducir este libro es una labor harto difícil y debemos felicitar a los traductores de las ediciones en castellano y catalán.
Escribir este libro llevó al autor cerca de cuatro años, ya que tuvo que aprender tanto los términos marineros como la forma de darles uso. "Encontré un diccionario destinado a hacer posible la comunicación entre personas de distintos puntos del mundo, y en él se ve la influencia de muchos idiomas para poder desarrollar este vocabulario común", dijo.
'Mar de amapolas' es la primera entrega de una futura trilogía que abarcará toda la historia de India en el siglo XX. Amitav Ghosh nació en Calcuta en 1956 y vivió entre Bangladesh, Sri Lanka, Irán e India. Entre sus libros, destacan títulos como 'El círculo de la razón', 'Líneas de sombra', 'El cromosoma Calcuta', 'El palacio de cristal' o 'La marea hambrienta'.
Me gusta como escribe Amitav Ghosh y me interesan mucho los temas que trata. Lo descubrí cuando Anagrama publicó "El cromosoma de Calcuta" y lo redescubrí cuando viví en esa ciudad de Bengala Occidental. Yo vivía cerca del Gol Park donde se desarrolla otra de sus novela "The shadow Lines" o "Las lineas de sombra". Leyéndola podía seguir los lugares donde ocurrían los hechos y saber algo más de la historia de aquella fascinante ciudad india. E varias de sus novelas aparece el personaje de la mujer extranjera cuya presencia inocente provoca sin embargo grandes desgracias. Se lo comenté al autor y no pareció estar de acuerdo conmigo, al menos en el caso de "La marea hambrienta".
20.11.10
Breve historia de la casa Fullá de los arquitectos Clotet y Tusquets
19.10.10
Kerala-Bengala: Miradas cruzadas. Fotografías de Subhrajit Basu.
En la exposición hay también dos montajes audiovisuales de imágenes en color que podemos observar cómodamente recostados en unos cojines distribuidos por el suelo de una sala oscura. En uno de ellos van pasando fotos del Kumba Mela que se celebró hace unos meses y cuyas procesiones de rarísimos personajes captó Bodo con maestría y humor. En el otro hay fotos de la India en general donde el color es el protagonista principal. Aunque la India sea quizá el país más fotogénico del mundo y por lo tanto el más fotografiado, la mirada de Subhrajit Basu es especial y capta aquellos instantes únicos que debido al exceso visual se nos escapan.
10.10.10
Costumbres gastronómicas de Irán en la escuela de cocina Hofmann
3.10.10
El mundo visto por Ali-Reza Darvish
Eso ya pasó y recuperado el silencio contemplo mientras bebo un té mezcla de Darjeeling y Assam con cardamomo, el cuadro del pintor iraní Ali-Reza Darvish. Un mundo como un ovillo está suspendido en medio de un universo azul. Es nuestro mundo. Cientos de lápices de colores erguidos apuntan al cielo y proyectan sus sombras sobre una alfombra persa desde cuyo centro y en espiral una mujer inicialmente en cuclillas se va levantando hasta quedar de pie en una secuencia de muchas imágenes. Los hilos del ovillo pasan entre los lápices, un reloj al que se le puede dar cuerda tiende sus velos semitransparentes sobre la alfombra. Los hilos vistos de cerca son tiras de periódicos en diferentes idiomas, persa, alemán, francés, japonés. Escondidos entre ellos están Obama, los Beatles, Bin Laden, Spielberg, George Clooney. Tres figuras destacan sobre el azul del cielo, una mujer, un hombre y un caballo. Intentan levantarse, correr y deshacerse de las ataduras de esos hilos/tira de periódico que les mantienen aferrados, en un afán de libertad y trascendencia.
30.9.10
Un lugar en el que yo nunca estuve
Este es el título de un libro muy especial cuyo autor firma con el seudónimo de Paul Mushin.
¿Por qué es tan especial? Primero: Porque en su portada no figura ni el título ni el nombre del autor, solamente aparece la cubierta de un pasaporte argentino. El título y el autor (seudónimo) están en el lomo. Una genialidad de América Sánchez, el diseñador. Segundo: Porque no se encuentra más que en "Negra y Criminal", una librería tan especial como el libro del que hablamos, famosa en todo el mundo entre los aficionados a la novela negra y que está en el marinero barrio de la Barceloneta, calle de la sal nº 5, Barcelona. Tercero: Porque es una novela que trata de un tema hasta ahora inédito, el de la pesca en los grandes caladeros próximos a Namibia, Las Seychelles y Uruguay, la corrupción que existe alrededor de la merluza negra y otras especies codiciadas donde están implicados la flota pesquera española, los puertos donde atracan los barcos y los gobiernos de los países interesados.
En la novela hay asesinatos, persecuciones marítimas, inspectores de policía que investigan, y una venganza in extremis.
El autor es un catalán nacido en Buenos Aires, licenciado en biología por la Universidad de Barcelona que trabajó cinco años en Namibia y ocho en las Seychelles como inspector de pesca. Posteriormente como asesor de la Comunidad Europea en los campos de refugiados de Ruanda y Burundi. Últimamente su actividad profesional se ha desarrollado en Uruguay y Argentina.
El sábado 23 de octubre a las 13h. habrá una tertulia sobre este libro en "Negra y Criminal" (Sal 5, BCN) con el autor de verdad. Yo lo presentaré. Será una buena ocasión para encontrarnos, y disfrutar de un mediodía de sábado de otoño con un vaso de vino y algún mejillón. Estáis invitados.
25.8.10
Pensamientos fugaces

Pensamientos que llegan en cascada, ¿quién los registrará? Se perderán en la inmensidad, se los llevará el río, se hundirán en el océano y nunca más serán recordados. Si hubiera una grabadora que los registrara sin necesidad de expresarlos con palabras o con letras escritas sería fantástico, los podría recuperar, compartir y comentar. Pero fluyen con tal rapidez que ya se han perdido para siempre.
Sentada en la cabina al lado del chofer en el camión de fabricación rusa que nos lleva a Mazar i Sharif, con la caja trasera llena de turistas desorientados, acalorados y enfadados, contemplo mientras cruzamos un desierto sin más límite que el horizonte, encuadrados en el marco del espejo retrovisor, los labios sensuales y perfectos del chofer que se mueven levemente al desplazar un palillo a lado y lado de la boca. Por suerte no veo sus ojos, él tampoco ve los míos, y puedo concentrarme descaradamente, sin peligro a ser descubierta, en esta escena que durará tanto como la travesía del desierto. A la vez por mi mente discurre una cascada de pensamientos sorprendentes, absolutamente increíbles, que parten veloces y que nunca más podré alcanzar…
Esta foto es de Sabrina y Roland Michaux, los que han tomado las mejores fotografías de Afganistán. El chofer del que hablo se parecía a este personaje. Eran otros tiempos.
21.8.10
De qué hablo cuando hablo de correr. Palitana II. Pensamientos posteriores a la lectura del libro del mismo título de H. Murakami.
Correr hasta la meta que estaba a
De madrugada llegaba al pie del monasterio. Tenía 3950 escalones por delante y debía subirlos antes de que el sol llegara a su zenit y el calor fuera insoportable.
Puedo andar en terreno llano sin problemas distancias considerables pero las subidas me resultan penosas y se me acaba el soplo enseguida, parecía pues una empresa imposible.
Además iba calzada con unas chanclas que al poco de iniciar el ascenso me resultaron incomodísimas. Me fijé en los demás peregrinos: iban descalzos. Vi que el suelo era de cemento liso. Me quité las chanclas y seguí descalza. Siempre me ha gustado sentir el fresco suelo directamente en las plantas de mis pies.
Por suerte los escalones no eran altos ni regulares, unos más anchos que otros y en algunos tramos el camino era ascendente pero liso lo que propiciaba cambios en el ritmo y por lo tanto que el ascenso fuera menos aburrido.
Después de subir unos trescientos escalones ya no podía respirar. Como había empezado el camino dudando de mi capacidad física, el hecho de no poder más tan pronto no hacía sino confirmarme que aquel objetivo era para mí imposible de conseguir. Pero seguí subiendo con la ayuda del bastón que había alquilado y los ánimos que recibía de los que subían a mi lado, tan poco entrenados como yo, jóvenes, maduros e incluso viejos, delgados y gordos, todos movidos por una fe de la que yo no gozaba y que a ellos les aseguraba la llegada allí donde los templos y la divinidad les estaba esperando. Superé con dificultad los 500 primeros escalones. Cuando pasé el 1000 marcado en la piedra me pareció que no llegaría mucho más lejos, Pero pisé el 2000 y sorprendida vi que seguía adelante. El cambio se produjo en el 2500, entonces traspasé la pared de piedra que decía Murakami, a partir de aquel momento subía con facilidad, sin pensar, escalón tras escalón, a buen ritmo, sin parar, sin acelerar, como una máquina bien engrasada, hasta el final, allí en la cima donde un bosque de templos blancos todavía vacíos de fieles me reservaban una visión extraordinaria. En aquel momento tenía la sensación de que hubiera podido seguir subiendo hasta Dios sabe dónde.
Los peregrinos que iban llegando tenían rituales que cumplir para complacer a sus dioses, bañarse, cambiarse de ropas, hacer ofrendas, orar… yo solamente observaba, mi objetivo se había cumplido ya por el hecho de haber llegado. La satisfacción me inundaba, el espectáculo me fascinaba. Los músculos descansaban y la mente también.
El descenso fue fácil, relajado y alegre.
Respecto al hecho de escribir como contrapunto al hecho de correr, como hace Murakami en su libro, me da que pensar. Se trata de empezar: lo que se entiende por “ponerse”. Escribir la primera frase, el primer párrafo. La pereza mental se ha instalado en mi cerebro. Soy una perezosa mental, y en muchas épocas de mi vida, ahora mismo, prefiero limpiar la casa, cocinar, preparar conservas con recetas exóticas o ir a la compra, antes que escribir. Cuando estudiaba el bachillerato me ocurría algo así. Me daba pereza seguir pensando en cómo se resolvía un problema. Si no salía a la primera, fuera. En cambio había quien al día siguiente por la mañana tenía la solución, había estado pensando en ello toda la noche y lo había conseguido, estaba feliz, tenía músculo mental, lo entrenaba y llegaba al objetivo que era: resolver el problema. No está nada mal la vida contemplativa, de hecho la disfruto a cada momento pero también sé que estar inmersa en la escritura de un libro es algo excitante, una aventura envolvente y fantástica.
En vista de que llegué a subir a Palitana y de que a Murakami le va muy bien lo de correr para poder escribir, vaya, que le es imprescindible correr como mínimo sesenta kilómetros todos los días para poder seguir escribiendo, he tomado la decisión de volver a la disciplina, hacer las 20 piscinas tres días a la semana, o quizá todos los días, bueno, no pienso nadar ni sábados ni domingos, faltaría más, y sentarme seguidamente en el ordenador a escribir.
¿Será esta una nueva etapa? El tiempo lo dirá.
He comentado el libro con mis amigos. A Fernando no le ha gustado nada, dice que le parece una aberración tener que disciplinarse tanto a estas alturas de la vida. A Marta le ha gustado y está muy contenta porque ella no tiene que hacer tanto esfuerzo para conseguir todos los objetivos que se propone en su vida profesional de ejecutiva creativa. A cada lector le afecta el libro a su manera y a todos les hace pensar en su propia situación, en su manera de enfrentarse a los retos que se presentan, en su filosofía vital. Interesante.
30.7.10
Palitana, conjunto de templos en Gujarat, India.
Palitana era el objetivo del último viaje a
Aprovechamos que nuestra amiga Falguni estaba en Baroda en casa de su madre para iniciar desde allí la excursión por el Gujarat. El viaje en coche hasta la ciudad de Palitana es largo y pesado aunque las carreteras en ese estado occidental de
La salida matutina debía hacerse todavía de noche para poder empezar el ascenso antes de que amaneciera y así llegar a la cima cuando el sol todavía no calentara demasiado. Era invierno, la mejor época del año para viajar a las zonas calurosas de la India.
Más de tres mil quinientos escalones llevan a los templos, dicen que hay exactamente tres mil novecientos cincuenta.
Nuestra llegada en coche al lugar donde empieza el ascenso provocó un revuelo exagerado, hombres con palos se empujaban unos a otros de manera que con el gentío y la oscuridad, no sabíamos si nos querían apalear, pues nos empujaban y gritaban. Falsa alarma, se trataba de porteadores que nos querían subir cuestas a cambio de unos cientos de rupias.
Llegamos con dificultad a la oficina de acogida donde dan permiso escrito para hacer fotografías. Luego alquilamos cada uno la caña o bastón de peregrino que nos ayudaría en la subida. Yo no iba bien calzada para el camino y mis chanclas me hacían tropezar. Como observé que la gente subía descalza y el terreno era de cemento liso, me las saqué. Descalza se caminaba mejor. Así llegué hasta la cima sin dificultad y con los pies en perfecto estado.
El ascenso es una maravilla. Mientras va clareando se ven, allá abajo, la llanura y el río sumidos en brumas evanescentes. Un sol rojo rojísimo aparece en el horizonte y va subiendo con nosotros. Charlas entre peregrinos, ambiente alegre y distendido, tramos de camino llano con bancos de piedra donde descansar y comentar con los que se sientan a tu lado. Familias enteras hacen la subida, los niños corretean y los abuelos más abuelos se hacen subir por los porteadores. Vienen de Bombay o de Ahmedabad o incluso de lugares mucho más lejanos, en
Los templos de Palitana constituyen un centro de religioso jaín visitado diariamente por cientos de peregrinos que suben andando pues no hay carretera. El conjunto está formado por unos setecientos templos que se han ido construyendo durante novecientos años, el más antiguo data del siglo XI. Pegados unos a otros forman un laberinto de piedra, mármol y yeso.
Llegados a la cima, hombres y mujeres se separan y entran en los respectivos centros de aguas donde se bañan y se cambian de ropa. Lo más sorprendente es verlos a ellos preparados para entrar en el templo y hacer las ofrendas, vestidos con unos metros de tela al estilo sari femenino, algunos de color liso otros de colorines, y con un bolsito bordado con abalorios colgando del brazo. Además llevan la boca tapada con un pañuelo.
Si cuando llegamos, el conjunto de templos está desierto, y solamente los que allí trabajan dan con sus vestimentas amarillas color a los espacios de piedra, al cabo de unas horas está lleno de fieles, deambulando, haciendo colas para entrar en los templos más importantes o simplemente descansando sentados en el suelo o en las escaleras que conducen a otros muchos templos. Carruajes de plata tirados por caballos de plata tirados a su vez por hombres de amarillo conducen a los peregrinos a dar vueltas por el patio del templo principal.
Sentados a la sombra de un porche sostenido por barrocas columnas de piedra contemplamos durante horas el bullicio de las gentes y el ondear de los gallardetes de colores sujetos a las lanzas que culminan las cúpulas estilizadas de los templos.
14.7.10
Noche de efluvios en Teherán, vino, gasolina y petróleo

Volábamos en el coche de Shirin por las autopistas que rodean la ciudad de Teherán. Ella al volante no paraba de hablar. Nos acabábamos de conocer aunque sabíamos la una de la otra desde hacía tiempo a través de nuestra amiga común, Merche, la misma que nos había preparado esta cita desde Berlín.
- Shirin te espera esta noche a las diez en su casa de Yusefabad, calle tal número cual, me había dicho Merche por teléfono.
Tomé un taxi desde donde yo estaba para ir a la cita. El taxista era un joven estudiante que se pagaba los estudios trabajando por las noches. Venía de un pueblo del Azerbaijan iraní y consideraba que su vida era muy dura: trabajar de noche, ir a clase y estudiar de día le estaban minando la salud. Parecía enfadado con todo el mundo, conmigo también. Estaba convencido de que todos los extranjeros odiaban a Irán. Pero como continuaba hablando le seguí la corriente y acabó relajándose y sonriendo. Le di una buena propina.
Shirin vivía en un piso de un edificio alto con verja y jardín. Vivía sola y había decorado su hogar a su gusto con telas de colores, mantas y alfombras, velas y lámparas de cobre que daban una luz tenue y agradable. Shirin es una mujer de unos 35 años, que lleva ya bastantes trabajando de periodista para periódicos y revistas que siempre acaban cerrando por razones políticas. Estos cierres se han convertido ya en rutina. Sabe que al poco tiempo le ofrecerán de nuevo un trabajo en un periódico que va a salir con otro nombre pero con la misma ideología que el anterior. Hay un mundo subterráneo de periodistas, empresarios y demás profesionales de la información disidentes, que aparecen y desaparecen según sople el viento en las altas esferas gubernamentales.
Puso la música a todo volumen y apretó el acelerador todavía más, le encantaba, me dijo, correr por los cinturones de asfalto de la ciudad cuando por la noche el tráfico es casi inexistente. Eso le da una sensación de libertad y así hasta la vida en Teherán le parece bella y excitante. La habían invitado a cenar unos amigos y me llevaba a mí de acompañante. Llegamos a un barrio de clase media. Con edificios de tres o cuatro pisos. Aparcamos sin problemas en la calle frente a la casa. Shirin llamó al timbre y por el interfono una voz respondió y nos abrió la puerta. Subimos las escaleras hasta el segundo piso y esperamos a que se abriera la puerta, cuando eso ocurrió, un olor a vino evidente nos dio la bienvenida. En el interior de la vivienda los amigos de Shirin estaban contentos y muy atareados pues estaban preparando el vino que beberían durante el próximo año. En Irán está prohibida la venta de bebidas alcohólicas, no se vende alcohol ni siquiera en los hoteles de lujo donde se alojan los extranjeros.
-¿No tenéis miedo de que os denuncien los vecinos?, le pregunto a nuestra anfitriona, una joven que dice ser artista pintora.
-No, los ocupantes de este edificio son todos de la familia.
Me mostraron una habitación interior, la más escondida de la casa, donde había veinte bidones de plástico azul de casi un metro de alto por medio de diámetro en los cuales fermentaban las uvas ya chafadas pero que debían remover con unos palos de madera llenos de clavos en el extremo cada día durante varias horas. Para esta labor se turnaban los amigos de dos en dos, cada día una pareja distinta. Eran tres parejas las que se habían puesto de acuerdo y habían comprado en el bazar una tonelada de uvas. Lo vienen haciendo desde hace tres años. Luego se reparten las botellas. Me cuentan entre risas que el día en que fueron a por las uvas, al tendero ya no le quedaba más que una tonelada pues un momento antes otros dos coches se habían llevado sendas toneladas. Todos sabían para qué servirían esas uvas, pero nadie rechistaba, el tendero tampoco porque en un periquete había vendido toda su mercancía y a buen precio.
Los participantes en la cena y también en el asunto del vino eran dos matrimonios, ellos compañeros de trabajo, ingenieros, y ellas trabajando en el mundo de la moda y del arte. Además de la anfitriona, que vive sola, y de Shirin. Todos entre los treinta y los cuarenta años, modernos, altos y delgados, bien parecidos, ellas muy guapas. El piso es antiguo y está sin reformar pero en excelente estado de conservación. Tiene amplios espacios, techos altos y pavimento hidráulico modernista. Como el tiempo es agradable cenaremos fuera en el balcón donde han puesto una barbacoa y una alfombra para sentarse. El balcón da a un amplio centro de manzana sobre jardines llenos de árboles. Mientras cenamos los chicos me cuentan en qué consiste su trabajo. Tienen una empresa privada que colabora con el Estado y su tarea es la de buscar y comprar la maquinaria necesaria para reconstruir las refinerías que fueron destruidas durante la guerra Irán-Irak y que los iraníes debido al embargo nunca han podido rehacer debido al embargo económico. Uno de los mayores problemas de Irán, productor y exportador de petróleo, es que tiene que comprar la gasolina después del proceso de refinado del petróleo porque no tienen medios para hacerlo. Además el Estado iraní subvenciona la gasolina que se vende a precios muy bajos y, con el aumento del parque móvil en los últimos años, eso resulta insostenible. Cuando escribo esto ha salido la noticia en los periódicos según la cual algunos países occidentales han decidido no vender más gasolina a Irán como respuesta a su plan de desarrollo nuclear. Irán a su vez amenaza con no venderles petróleo.
Terminada la cena entramos en el salón para seguir con la tertulia sentados en los mullidos sofás y saboreando gin tonics. De vez en cuando alguien se levanta, se coloca un delantal, y se va a la habitación secreta a darle vueltas al vino.
7.7.10
Homa Tarzi y sus vestidos

Homa Tarzi, la mujer afgana de la cual he escrito en la entrada anterior, tuvo que empezar de cero cuando llegó a Nueva York con su pequeño hijo Sidiq. Huía de los bombardeos de Teherán y no podía regresar a su país, Afganistán, por la inseguridad que se produjo después de la invasión soviética y la posterior guerra civil. Estaba cursando un doctorado de literatura persa en la Universidad de Teherán cuando la conocí pues, como he contado, compartíamos habitación en una residencia de estudiantes de la capital iraní.



Últimamente está trabajando en Lord & Taylor, otra cadena de tiendas de moda de alta calidad.
Su poesía ha estado oculta desde que llegó a América. Ahora ha empezado a dar a conocer su secreto tantos años guardado, a través de su página en Internet. Su padre murió en Kabul porque, a pesar del desastre, nunca quiso salir de su país aunque aconsejó a sus hijos que se fueran. Su casa quedó abandonada durante las décadas de una guerra que todavía no ha terminado. Todo el sufrimiento por un país destrozado, por sus gentes, por un futuro incierto, está en la poesía de Homa, oculta, que quizá ahora vaya saliendo a la luz.
5.7.10
Homa Tarzi, de Kabul a Nueva York pasando por Teherán

Observaba toda la operación desde mi cama y pensaba en lo diferentes que debíamos ser, yo no era religiosa y solo tenía dos o tres sujetadores de algodón sin encajes que además no hacían conjunto con nada. Hacía pocos días que había llegado a Teherán desde Barcelona, en España, después de haber recibido una beca para estudiar persa en su universidad, y me habían alojado en la residencia femenina de estudiantes de la calle 21-e-azar muy cerca de la universidad. Yo había terminado una licenciatura de 5 años de física en la Universidad de Barcelona y había sido una activista estudiantil. En esa época universitaria solo tenia amigos chicos, las chicas no me interesaban. Había estudiado el bachillerato en un instituto femenino como todas las niñas pues en los años de la dictadura de Franco en España la educación no era mixta. Cuando entré en la universidad y en física donde la mayoría de estudiantes eran chicos, me di cuenta de cuántas cosas les interesaban a ellos desde el bachillerato, ciencia, filosofía, historia, literatura, poesía, a nosotras aparte de las lecciones obligatorias máximo la literatura nos había interesado y nuestras conversaciones trataban solamente de chicos. Me pasé al bando masculino y no quise saber nada más de chicas. Pero ahora en la residencia de Teherán y por primera vez iba a tener que compartir mi vida con una chica. Me sentía escéptica respecto al éxito de la convivencia.
Al día siguiente Homa recibió la visita del embajador de su país. Las directoras de la residencia prepararon una gran recepción para el representante diplomático del país vecino y su esposa, y después Homa llegó a la habitación con un precioso ramo de flores y cajas con dulces. Homa y yo hablábamos en inglés entre nosotras y en adelante asistiríamos a la misma clase en la universidad. Ella sabiendo perfectamente la lengua pues el persa era la suya y yo sin saber nada de nada ni siquiera el alfabeto. Un error burocrático que no hubo manera de deshacer hizo que me pusieran en clase de doctorado de literatura persa. Después durante el curso me ayudaría con paciencia.
Redistribuimos los muebles de nuestra habitación, Colocamos las camas en perpendicular y en el hueco que formaban las cabeceras una mesa servía para reposar el radiocassette donde a partir de entonces sonaban las músicas que ambas habíamos traído de nuestros países. La de ella era música afgana e india y la mía Beatles, Stones, flamencos y otros músicos del momento. Después las compañeras de la residencia nos pasaron sus cassettes y empezamos a oír a Gugush, a Dariush y a otros. Cada una, con el tiempo, empezamos a disfrutar con la música de la otra y comentábamos el significado de las letras y los sentimientos que nos producían. Un día mientras estaba escuchando una canción que me gustaba mucho de los Beatles “because the sky is blue it makes me craaaaay” Homa jocosa dice:
-Si en Afganistán tuviéramos que llorar porque el cielo es azul, estaríamos siempre llorando.
La quería matar, para mí ella no entendía nada.
Con el tiempo empezamos a entendernos, a reírnos y a bromear de nuestras respectivas manías. Homa consiguió convencerme poco a poco con su extrema delicadeza exenta de mojigatería. Yo creo que en poco tiempo se dio cuenta de que conmigo no había que aparentar y que yo no entendía el juego social que se mantenía desde tiempos ancestrales en Afganistán e Irán, un lenguaje de apariencias y convenciones sociales. Ayudó a cimentar nuestra amistad el hecho de que las dos estábamos lejos de casa, las dos éramos extranjeras y en definitiva las dos éramos libres.
En nuestra habitación había siempre un jarrito con flores que ella se encargaba de escoger, colocar y cambiar puntualmente. Teníamos plantas en el balcón, que Homa regaba todas las mañanas con los restos del té que quedaba en la tetera que ella misma había preparado para desayunar las dos y que decía era muy bueno para las plantas.

Era una persona educada, abierta y sin complejos. En la residencia femenina de estudiantes donde compartíamos duchas y baños con las otras residentes mostraba su cuerpo sin tapujos. Tenía un buen gusto innato y era bella y muy atractiva. Lucía un pelo abundante, suelto, negro, brillante y ondulado. Sus ojos eran grandes, oscuros y los llevaba bien abiertos. Su cara era ancha y despejada y cuando hablaba, siempre muy convencida de lo que decía, contraía el rostro para terminar mostrando una saludable dentadura blanca.
Aquella era la primera vez que salía de su Afganistán natal, una tierra desde el punto de vista iraní pobre y poblada por bárbaros, y para mí ella llegó a ser el símbolo de la mujer moderna, sensible, educada, inteligente y segura de si misma. Fruto de una élite avanzada e intelectual que dio con Homa su mejor fruto.
Hija pequeña de una familia de varios hermanos y hermanas bastante mayores que ella y todos bien situados con carreras universitarias, Homa quedó huérfana de madre en su infancia y vivió su adolescencia en Kabul con su querido padre que era historiador.

Cuando llegó a Teherán dispuesta a cursar su doctorado en literatura persa, ya tenía una sólida trayectoria en su país como poeta a pesar de su juventud.
En la pared junto a su cama, aparte de la fotografía de su fallecida madre, colgó las de sus poetas preferidos.

Poníamos motes a los profesores y cualquier cosa nos hacía reir. Íbamos alguna vez al restaurante mexicano aunque gastábamos poco porque nuestra economía no nos lo permitía. Hacíamos visitas al bazar donde nos quedábamos boquiabiertas mirando los escaparates de las joyerías.
Cuando llegaron los exámenes me dejaba mensajes de buena suerte sobre la mesa junto a una rosa y cuando regresaba me esperaba con un pastel para celebrarlo.
Cuando terminó el curso ocurrió una desgracia en la residencia, ajena a nosotras, que interrumpió de golpe nuestra estancia. Homa regresó a Kabul y yo a Barcelona. Aquel verano la visitamos en Kabul mi hermano y yo y conocimos a su padre y a sus hermanos y hermanas. Después ella regresó a Teherán y yo me quedé en Barcelona aunque viajaba a menudo por trabajo a Irán. Los acontecimientos políticos de nuestros países condicionaron nuestras vidas. En España murió el general Franco y celebramos la llegada de un gobierno democrático. En Afganistán, en cambio, terminó la monarquía, llegaron los gobiernos comunistas y la invasión soviética, en Irán se fue el Shah y llegó Khomeini con su república islámica y empezó la guerra contra Irak. Homa se fue a vivir a los EEUU con su pequeño hijo Sidiq y allí tuvo que empezar desde cero, trabajando duramente, de día y de noche. Consiguió situarse en el mundo de la moda y la he visto fotografiada junto a Giorgio Armani cuando era directora de los talleres de esta firma. Siempre con la tristeza de ver a su país, Afganistán, inmerso en un torbellino de violencia sin fin.

La he visitado en New York y ella y su actual marido han venido a nuestra casa de Barcelona.
Cuando mi hija estuvo estudiando cine en NY, Homa le preparaba comida para toda la semana y asistió a su graduación.
Homa es mi heroína y muy querida amiga.
20.6.10
31.3.10
Las intrépidas motoristas de Baroda y Ahmedabad
En Baroda y Ahmedabad, dos grandes ciudades de Gujarat, en la India, está de moda entre las muchas jóvenes que se mueven en moto por las calles llenas de tráfico, el llevar la dupata o chal colocado de manera que solo se les ven los ojos. Así se tapan la boca y la nariz para no tragar los gases contaminantes que despiden los tubos de escape y a la vez protegen su pelo de la suciedad. No se trata del velo o hejab de las mujeres musulmanas, nada de eso, estas chicas son hindúes o jaines y también las habrá musulmanas. Pero en la calzada y sobre sus velomotores todas van embozadas. Lo curioso es que los chicos motoristas no se tapan la boca con un pañuelo, parece ser que a ellos no les importan los gases.
25.2.10
Contrastes en la India: Gurgaon y Old Delhi
Hay anuncios enormes ofreciendo pisos de lujo e hipotecas para familias de jóvenes ejecutivos.
Nuestro objetivo era visitar las oficinas de una empresa de externalización de servicios de información financiera para bancos, entidades del sector y grandes empresas. Esta empresa ocupa dos plantas de un edificio nuevo de oficinas. La fundaron dos compañeros de estudios de la London School of Economics, uno indio residente en Londres y otro colombiano que vive entre Londres, Nueva York, Dubai y Hong Kong. Tienen treinta y pocos años. Nos abre la puerta una agente de seguridad, una mujer joven uniformada. Nos adjudican un acompañante para visitar el complejo. Nos muestra las salas de trabajo cuyas puertas abre con una tarjeta magnética y un código. En cada una de ellas trabajan 20, 30, 40, o más empleados, hombres y mujeres, todos menores de 35 años, todos titulados universitarios. Están frente a su pantalla y saludan sonrientes. Vestimenta: traje y corbata ellos, vestido formal ellas y zapato de tacón, se ve algún turbante sikh. Cada equipo trabaja para un cliente y la separación absoluta de espacios se hace para preservar la confidencialidad. Según la magnitud del cliente y de la tarea encargada se organiza el equipo con más o menos empleados. Al final del pasillo hay un bar con mesas y sillas, una barra y un camarero de blanco. En la planta superior hay una terraza donde salen los empleados a fumar y a hablar por el móvil, rodeados de rascacielos. Nos ofrecen cocacolas en una sala de juntas con mesa ovalada y un cuadro en la pared en carboncillo muestra a un toro bravo embistiendo. La decoración es moderna, sobria, de calidad. La plantilla es de 500 personas. La empresa dispone de una flotilla de taxis que recoge a los trabajadores en puntos de la capital, los lleva al trabajo y los devuelve al finalizar la jornada laboral. Con la llegada del metro este servicio no será necesario.
Al día siguiente visitamos la parte antigua de Delhi. Vaya contraste con Gurgaon. La India de siempre y la India emergente. Por la noche cenamos en casa de una amiga donde encontramos a varias parejas de jóvenes de entre 25 y 35 años que viven Gurgaon y trabajan en esa ciudad. Dicen que hay escuelas, hospitales, tiendas, y todo lo necesario para vivir cómodamente. Solo estan esperando que inauguren el metro para poder desplazarse a Nueva Delhi sin tener que sufrir embotellamientos.
Se acabaron las familias extensas conviviendo con los abuelos, los tíos y los primos. El cambio hacia la modernidad está dando paso a las familias nucleares: papás y mamás que trabajan con uno o dos niños y que viven en apartamentos modernos entre rascacielos y centros comerciales.
En Gurgaon están las grandes empresas de telemarketing que se han hecho famosas.