BLOG DE ANA M. BRIONGOS


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30.5.08

Hambre

Tomo parte de este artículo del periódico Clarín de Buenos Aires, escrito por Amartya Sen, nacido en Calcuta, estudioso de las situaciones de hambruna en la India y Premio Nobel de Economía. Fue publicado por The New York Times el 28 de mayo de 2008 con el título "The Rich Get Hungrier"

Cuando la prosperidad trae hambre.

Cederá o se agravará con el tiempo la crisis alimentaria? La respuesta podría ser: ambas cosas son posibles. La reciente subida en el precio de los alimentos ha sido causada en gran parte por problemas temporales como la sequía en Australia, Ucrania y otros lugares. Pero detrás de esta crisis hay un problema básico, que se agravará a menos que lo reconozcamos e intentemos remediarlo.
Consideremos la siguiente historia. Un país con muchos pobres experimenta repentinamente una veloz expansión económica, pero sólo la mitad de la gente comparte la nueva prosperidad. Los favorecidos gastan gran parte de sus nuevos ingresos en alimentos y los precios se disparan. El resto de los pobres deben enfrentarse ahora a precios de alimentos más elevados pero sin recibir mayores ingresos. Comienzan a pasar hambre. Tragedias como esta ocurren repetidamente en el mundo.
Un ejemplo muy claro es la hambruna bengalí de 1943, durante los últimos días de la dominación británica en la India. Los ingresos de los pobres urbanos aumentaron velozmente, en Calcuta especialmente, en donde los grandes gastos para la guerra contra Japón causaron una prosperidad repentina que cuadruplicó los precios de los alimentos. Los pobres de las zonas rurales enfrentaron estos elevados precios con poco aumento en sus ingresos.
La equivocada política del gobierno empeoró la división. Los gobernantes británicos, para prevenir el descontento urbano durante la guerra, compró alimentos en los pueblos y los vendió fuertemente subsidiados en las ciudades, una medida que aumentó aún más los precios en las zonas rurales. Los campesinos con ingresos más bajos murieron de hambre. Se calcula que entre dos y tres millones de personas murieron durante la hambruna y sus secuelas.
Gran parte de los debates actuales se centran en la brecha que separa a ricos y a pobres en la economía global, pero los pobres del mundo están también divididos entre los que están experimentando un gran crecimiento y los que no. La rápida expansión económica en países como China, India y Vietnam tiende a aumentar bruscamente la demanda de alimentos. Ello es, por supuesto, algo estupendo en sí mismo, y si estos países lograran reducir la desigualdad en su crecimiento interno, incluso los peor situados podrían comer mucho mejor.
Sin embargo, el propio crecimiento ejerce presión sobre los mercados mundiales de alimentos, a veces mediante un aumento de las importaciones, pero también mediante las restricciones o prohibiciones a la exportación concebidas para moderar el aumento de los precios nacionales de los alimentos, tal como ha sucedido recientemente en países como India, China, Vietnam y Argentina. Los pobres son quienes se han visto gravemente afectados, especialmente en África.
Pero existe también una versión "high-tech" del cuento de los dos pueblos. Cosechas agrícolas como las de maíz y de semillas de soja pueden ser empleadas para fabricar el combustible biológico etanol como substituto de la gasolina. De manera que los estómagos de los hambrientos deben competir con los depósitos de combustible.
La disparatada política gubernamental juega un papel aquí también. En 2005, el Congreso de los EEUU empezó a promover un uso extendido de etanol como combustible. Esta ley, combinada con un subsidio para esos usos, ha creado un floreciente mercado del grano en los EEUU, pero ha desviado también recursos agrícolas de los alimentos a los combustibles. Esto hace más difícil la competencia a los estómagos hambrientos.
El uso de etanol apenas sirve para prevenir el calentamiento global y el deterioro ambiental, y reformas políticas lúcidas podrían llevarse a cabo urgentemente si la política estadounidense lo permitiese. El uso del etanol podría ser restringido más que subsidiado o reforzado.
El problema mundial de los alimentos no está causado por una tendencia a la baja en la producción global, o por la baja producción alimentaria por persona (esto se afirma a menudo sin pruebas). Es el resultado de una demanda acelerada. Sin embargo, un problema inducido por la demanda también exige una rápida expansión de la producción de alimentos, la cual puede darse mediante una mayor cooperación global.
Aunque el crecimiento de la población sólo representa una pequeña parte del crecimiento de la demanda de alimentos, puede contribuir al calentamiento global, y un cambio climático a largo plazo puede amenazar a la agricultura. Felizmente, el crecimiento de la población es ya lento, y hay pruebas abrumadoras de que la capacitación de las mujeres (incluida la expansión de la escolarización de las niñas) puede reducirlo rápidamente todavía más.
Un reto más importante es el de encontrar políticas efectivas para tratar las consecuencias de la expansión extremamente asimétrica de la economía mundial. Las reformas económicas a escala nacional son urgentemente necesarias en muchos países de lento crecimiento, pero también hay gran necesidad de mayor cooperación y ayuda mundial. La primera tarea que tenemos por delante es comprender la naturaleza del problema.
Amartya Sen, Premio Nobel de Economía en 1998, es profesor de Economía y de Filosofía en la universidad de Harvard. Su último libro es Identity and Violence: The Illusion of Destiny.
También recomendamos el artículo "Europa debe producir más alimentos" de
VICENTE ALBERO ex ministro de Agricultura publicado en El País el 30/05/2008.

24.5.08

Los Sunderbans y Bon Bibi

La gloria de Bon Bibi

Leyenda tradicional de Bengala (India y Bangladesh). Traducido del llibro “The hungry tide”, en castellano "La marea del hambre", del escritor indio Amitav Ghosh (contada en la clase de 10 años de la escuela Parc del Guinardó, Barcelona).
Todo ocurre en los Sundernans, en el delta del Ganges, tierra de ríos y manglares, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1997. Allí viven los últimos ejemplares de tigre de Bengala.

- No conoces la historia de Bon Bibi?
- Entonces a quién llamas cuando tienes miedo?

Bon Bibi reina sobre la jungla, donde mandan los tigres y los cocodrilos.

Sorprendentemente, la historia de la diosa tigre, la de los ojos amarillos, no empieza en el cielo o en las orillas del Ganges sino en Arabia. En la ciudad de Medina, uno de los lugares santos del islam vivia un hombre llamado Ibrahim. Un hombre sin hijos, piadoso musulmán que llevaba una vida austera de sufí faquir[1]. Por la intervención del arcángel San Gabriel, Ibrahim se convirtió en el padre de unos mellizos, Bon Bibi y Shah Jonjoli. Cuando los mellizos se hicieron mayores, el arcángel les dió el mensage de que habían sido escogidos para llevar a término una misión divina: Tenían que viajar desde Arabia hasta el “pais de los dieciocho ríos” para convertir este terreno en habitable para los hombres. Con este objetivo Bon Bibi y Shah Jonjoli salieron hacia las selvas de manglares de Bengala, en la India, vestidos con las sencillas túnicas de los sufís mendicantes.
Las junglas del “pais de los dieciocho ríos” eran entonces el reino de Dokkhin Rai. Un poderoso rey demonio, que ejercía su poder por encima de todo ser viviente de la selva, tanto de los animales como de los espíritus macabros, fantasmas i espíritus perversos. Sentía un odio especial por el ser humano con deseos insaciables ya que la carne humana le proporcionava unos placeres extraordinarios.
Un día Dokkhin Rai oyó unas voces nuevas en la jungla que llamaban al azzam, el canto que avisa a los musulmans para la oración; esto le advertió de que Bon Bibi y Shah Jonjoli havian llegado a su reino. Rápidament el demonio reunió a sus guardianes para echar a los forasteros. Pero perdió la batalla. Bon Bibi, victoriosa, decidió que una mitad del pais seguiría siendo salvaje y se la dió a Dokkhin Rai y a su ejército de demonios. El resto se lo quedó para ella y su hermano, y bajo su reinado pronto aquel terreno salvaje se convirtió en un lugar seguro para los hombres. De esta manera hubo orden en el pais de los dieciocho ríos con las dos partes, la salvaje y la cultivada, en un perfecto equilibrio. Todo iba bien hasta que la codicia humana rompió este orden.
En los confines del país de las aguas vivía un hombre de nombre Dhona que reunió una flota de siete barcos con la esperanza de hacer fortuna en la selva. La flota de Dhona estaba a punto de zarpar cuando se dieron cuenta de que quedaba una plaza de marinero. La única persona que encontraron cerca era un muchacho joven llamado Dukhey, que quiere decir “triste” en su idioma, un nombre adecuado para él ya que este chico había tenido una vida desgraciada: se le había muerto el padre cuando era pequeño y ahora vivía pobremente con su madre anciana y enferma. La mujer dejó marchar a su hijo con mucha pena y justo antes de zarpar le dio un consejo: “siempre que te encuentres en peligro has de llamar a Bon Bibi ya que ella es la salvadora de los débiles y la madre misericordiosa de los pobres, estoy segura de que te ayudará”.
La expedición zarpó y navegó por los ríos del país de las aguas hasta que finalmente llegó a una isla que se llamaba Kedokhali Char. Pero esta isla estaba dentro del territorio de Dokkhin Rai y los marineros no la conocían. El rey demonio les había preparado una desagradable sorpresa. Cuando entraron en la selva empezaron a pasar cosas extrañas: veían grandes colmenas llenas de miel colgando de los árboles pero cuando se acercaban desaparecían y solo reaparecían cuando ya estaban a una cierta distancia. No pudieron alcanzar ni una y Dhona estaba desesperado. Pero aquella noche se le apareció Dokkhin Rai y le hizo una propuesta. Cada uno debía dar al otro un deseo. El demonio quería al chico que Dhona había traído en su barco. Hacía mucho tiempo que no comía carne humana y ahora tenia la ocasión de tener una muy tierna. A cambio le llenaría a Dhona los barcos de miel y de cera, tanta, que se haría rico.
Invadido por la codicia, Dhona aceptó el intercambio y de repente, les criaturas del bosque, los demonios y los fantasmas, incluso las mismas abejas, empezaron a llenar los barcos de Dhona con un gran cargamento de miel y de cera. Pronto los barcos estaban tan llenos que ya no podían llevar nada más y llegó el momento en que Dhona debía cumplir con su parte del trato. Llamando a Dukhey, le ordenó que fuera al bosque a buscar leña para hacer fuego.
El chico no podía más que obedecer y cuando regresó con la leña vio sus temores confirmados: los barcos se habían marchado. Y entonces, de pie solo en la orilla del mar, atrapado entre el río y la selva, vio algo brillante negro y oro, era un tigre que le estaba siguiendo escondido entre los árboles. Era Dokkhin Rai disfrazado, y el demonio hizo temblar la tierra con su grito espantoso y empezó a correr para atacar. Al ver aquella inmensa bestia y aquellos enormes colmillos, un terror mortal le invadió. Aunque estaba medio desmayado de terror de lo que le había dicho su madre y dijo: “Oh madre piadosa, Bon Bibi, sálvame, ven a mi lado”.
Bon Bibi estaba muy lejos, pero cruzó las aguas en un instante. Hizo volver en si al chico cogiéndolo en sus brazos, mientras su hermano Shah Jonjoli le daba al demonio su merecido. Después, se llevó a Dukhey a su casa y lo curó. Cuando llegó el momento de volver, ella lo llenó de regalos que consistían en un tesoro de miel y cera y lo devolvió a casa de su madre. De esta manera Bon Biibi enseñó al mundo como funciona la ley de la selva: los ricos y los codiciosos serán castigados y los pobres y honrados serán recompensados.

[1] Hombre religioso, místico y mendicante.