Hierros y reflejos en el
mar.
¡Esto es Venecia! dice el fotógrafo Toni Catany cuando descubre el puerto de Dhaka.
Los marineros lavan la ropa y se duchan en las repisas al borde del agua de los grandes barcos de tres pisos y amplios ventanales que nunca se cierran a los que llaman ferrys o rockets..
Multitud de barcas, cruzan el río, vienen y van. ¿Será su forma alargada al estilo góndola, la que le recordó a Catany Venecia?
En medio del río un hombre se cose un botón de la camisa en la cubierta de su barca y cuando pasamos por su lado en nuestra barca alquilada, nos saluda sonriendo.
¡Esto es Venecia! dice el fotógrafo Toni Catany cuando descubre el puerto de Dhaka.
Los marineros lavan la ropa y se duchan en las repisas al borde del agua de los grandes barcos de tres pisos y amplios ventanales que nunca se cierran a los que llaman ferrys o rockets..
Multitud de barcas, cruzan el río, vienen y van. ¿Será su forma alargada al estilo góndola, la que le recordó a Catany Venecia?
En medio del río un hombre se cose un botón de la camisa en la cubierta de su barca y cuando pasamos por su lado en nuestra barca alquilada, nos saluda sonriendo.
Los ferrys han llegado
de madrugada y ahora están vacíos. Los marineros descargan y limpian. Se
enjabonan. Bromean.
El puerto, cuando se pone el sol, es un hervidero. Los ferrys se van llenando. Las familias buscan un espacio en la plataforma donde acomodarse y pasar la noche. Extienden una sábana o una manta delimitando su zona. Algunos ya están acostados descansando. Hay abuelos y niños, padres y madres. Los vendedores de fruta fresca y frutos secos preparan sus tenderetes en medio del bullicio.
El puerto, cuando se pone el sol, es un hervidero. Los ferrys se van llenando. Las familias buscan un espacio en la plataforma donde acomodarse y pasar la noche. Extienden una sábana o una manta delimitando su zona. Algunos ya están acostados descansando. Hay abuelos y niños, padres y madres. Los vendedores de fruta fresca y frutos secos preparan sus tenderetes en medio del bullicio.
A la entrada de los muelles una furgoneta de la policía se
para a nuestro lado, bajan dos policías de azul y detrás de ellos unos cuantos
prisioneros con argollas en los tobillos de las que cuelgan pesadas cadenas de
hierro que van hasta las argollas de las muñecas. Pasan en fila india, cansinos, por el puente
que da acceso a los muelles y desaparecen en el interior de uno de los barcos.
Desde las plataformas los marineros anuncian a voces el
destino del buque: ¡Kulna! ¡Kulna! ¡Kulna! ¡Barisal! ¡Barisal!.
Si no dispones de billete porque no vas a embarcar pero
quieres pasar el puente y acceder al muelle hay que pagar un ticket en la ventanilla
de la estación marítima.
Una esfera roja que se va agrandando a medida que avanza la
tarde desciende entre brumas hacia su escondite. En un país musulmán como es
Bangladesh a la hora del crepúsculo hay que rezar. Los hombres alineados llenan
las cubiertas de los barcos y hacen sus reverencias de cara a la Meca que aquí
es en dirección al sol poniente. Sus caras y sus kurtas blancas resplandecen.
Dentro de poco habrá oscurecido y zarparán los barcos hacia
sus destinos navegando por el gran delta que forman el Ganjes y el Bramaputra.