Tomo parte de este artículo del periódico Clarín de Buenos Aires, escrito por Amartya Sen, nacido en Calcuta, estudioso de las situaciones de hambruna en la India y Premio Nobel de Economía. Fue publicado por The New York Times el 28 de mayo de 2008 con el título "The Rich Get Hungrier"
Cuando la prosperidad trae hambre.
Cederá o se agravará con el tiempo la crisis alimentaria? La respuesta podría ser: ambas cosas son posibles. La reciente subida en el precio de los alimentos ha sido causada en gran parte por problemas temporales como la sequía en Australia, Ucrania y otros lugares. Pero detrás de esta crisis hay un problema básico, que se agravará a menos que lo reconozcamos e intentemos remediarlo.
Cuando la prosperidad trae hambre.
Cederá o se agravará con el tiempo la crisis alimentaria? La respuesta podría ser: ambas cosas son posibles. La reciente subida en el precio de los alimentos ha sido causada en gran parte por problemas temporales como la sequía en Australia, Ucrania y otros lugares. Pero detrás de esta crisis hay un problema básico, que se agravará a menos que lo reconozcamos e intentemos remediarlo.
Consideremos la siguiente historia. Un país con muchos pobres experimenta repentinamente una veloz expansión económica, pero sólo la mitad de la gente comparte la nueva prosperidad. Los favorecidos gastan gran parte de sus nuevos ingresos en alimentos y los precios se disparan. El resto de los pobres deben enfrentarse ahora a precios de alimentos más elevados pero sin recibir mayores ingresos. Comienzan a pasar hambre. Tragedias como esta ocurren repetidamente en el mundo.
Un ejemplo muy claro es la hambruna bengalí de 1943, durante los últimos días de la dominación británica en la India. Los ingresos de los pobres urbanos aumentaron velozmente, en Calcuta especialmente, en donde los grandes gastos para la guerra contra Japón causaron una prosperidad repentina que cuadruplicó los precios de los alimentos. Los pobres de las zonas rurales enfrentaron estos elevados precios con poco aumento en sus ingresos.
La equivocada política del gobierno empeoró la división. Los gobernantes británicos, para prevenir el descontento urbano durante la guerra, compró alimentos en los pueblos y los vendió fuertemente subsidiados en las ciudades, una medida que aumentó aún más los precios en las zonas rurales. Los campesinos con ingresos más bajos murieron de hambre. Se calcula que entre dos y tres millones de personas murieron durante la hambruna y sus secuelas.
Gran parte de los debates actuales se centran en la brecha que separa a ricos y a pobres en la economía global, pero los pobres del mundo están también divididos entre los que están experimentando un gran crecimiento y los que no. La rápida expansión económica en países como China, India y Vietnam tiende a aumentar bruscamente la demanda de alimentos. Ello es, por supuesto, algo estupendo en sí mismo, y si estos países lograran reducir la desigualdad en su crecimiento interno, incluso los peor situados podrían comer mucho mejor.
Sin embargo, el propio crecimiento ejerce presión sobre los mercados mundiales de alimentos, a veces mediante un aumento de las importaciones, pero también mediante las restricciones o prohibiciones a la exportación concebidas para moderar el aumento de los precios nacionales de los alimentos, tal como ha sucedido recientemente en países como India, China, Vietnam y Argentina. Los pobres son quienes se han visto gravemente afectados, especialmente en África.
Pero existe también una versión "high-tech" del cuento de los dos pueblos. Cosechas agrícolas como las de maíz y de semillas de soja pueden ser empleadas para fabricar el combustible biológico etanol como substituto de la gasolina. De manera que los estómagos de los hambrientos deben competir con los depósitos de combustible.
La disparatada política gubernamental juega un papel aquí también. En 2005, el Congreso de los EEUU empezó a promover un uso extendido de etanol como combustible. Esta ley, combinada con un subsidio para esos usos, ha creado un floreciente mercado del grano en los EEUU, pero ha desviado también recursos agrícolas de los alimentos a los combustibles. Esto hace más difícil la competencia a los estómagos hambrientos.
El uso de etanol apenas sirve para prevenir el calentamiento global y el deterioro ambiental, y reformas políticas lúcidas podrían llevarse a cabo urgentemente si la política estadounidense lo permitiese. El uso del etanol podría ser restringido más que subsidiado o reforzado.
El problema mundial de los alimentos no está causado por una tendencia a la baja en la producción global, o por la baja producción alimentaria por persona (esto se afirma a menudo sin pruebas). Es el resultado de una demanda acelerada. Sin embargo, un problema inducido por la demanda también exige una rápida expansión de la producción de alimentos, la cual puede darse mediante una mayor cooperación global.
Aunque el crecimiento de la población sólo representa una pequeña parte del crecimiento de la demanda de alimentos, puede contribuir al calentamiento global, y un cambio climático a largo plazo puede amenazar a la agricultura. Felizmente, el crecimiento de la población es ya lento, y hay pruebas abrumadoras de que la capacitación de las mujeres (incluida la expansión de la escolarización de las niñas) puede reducirlo rápidamente todavía más.
Un reto más importante es el de encontrar políticas efectivas para tratar las consecuencias de la expansión extremamente asimétrica de la economía mundial. Las reformas económicas a escala nacional son urgentemente necesarias en muchos países de lento crecimiento, pero también hay gran necesidad de mayor cooperación y ayuda mundial. La primera tarea que tenemos por delante es comprender la naturaleza del problema.
Amartya Sen, Premio Nobel de Economía en 1998, es profesor de Economía y de Filosofía en la universidad de Harvard. Su último libro es Identity and Violence: The Illusion of Destiny.
También recomendamos el artículo "Europa debe producir más alimentos" de
VICENTE ALBERO ex ministro de Agricultura publicado en El País el 30/05/2008.
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