BLOG DE ANA M. BRIONGOS


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22.8.16

Los pioneros del té una aventura épica (1)



El té es la bebida más popular en el mundo. Desde Rusia hasta el sur de África y desde la costa oeste de América hasta el lejano Oriente.
La planta es la Camelia Sinensis que para vivir necesita lluvia abundante y una tierra ácida.
Los habitantes del mundo occidental acostumbran a beber té negro mientras el té verde es el preferido de los asiáticos.
Los mayores productores  de té negro son India, Sri Lanka, Indonesia y Africa, mientras que Japón y China son los campeones en té verde. El Reino Unido sigue siendo el mayor importador de té del mundo, sus habitantes beben una media de tres tazas y media al día. La mitad de la población del mundo bebe té.
Ya en el siglo VIII China exportaba té a sus vecinos Tíbet y Mongolia por medio de porteadores y después, a finales del siglo XVII, a Rusia con caravanas de camellos que atravesaban el desierto de Gobi  y las grandes llanuras rusas. A Japón llegó el té desde China en el siglo XII.
Lo interesante del té es el proceso por el cual desde los antiguos cultivadores en China y Japón pasó a los pioneros británicos que, a finales de la década de 1830, se adentraron en las junglas de la India e iniciaron un nuevo sistema de cultivo, las Plantaciones, en competencia con China.


Desde el tiempo en que el progreso de la tecnología marina hizo posible explorar los mares, los europeos intentaron establecer contacto comercial con China, poseedora según se imaginaban de exquisitos tesoros.
Los portugueses llegaron a aguas chinas a principios del siglo XVI. A finales del siglo XVII la Compañía Inglesa de las Indias Orientales inició el comercio con China.
El primer té hllegó a Europa, Holanda, Francia y Alemania, hacia 1610 con los barcos holandeses. Pronto llegó también a Inglaterra. 


En 1650 empezaron a abrirse cafeterías en Londres y una de ellas, la Garraway’s Cofee House, inició la venta del té chino a la vez que publicitaba sus grandes cualidades. Y pronto sustituyó al café como bebida nacional en las Islas Británicas, al revés de lo que ocurriría en América aunque este sería un tema para otro artículo.
Desde 1700 los comerciantes extranjeros estaban confinados en Cantón con unas rígidas restricciones impuestas a través de los Co-hong, una casta de comerciantes chinos que ejercían de agencia entre los comerciantes extranjeros y los chinos y debían cobrar unos importantes impuestos que luego pagaban a las autoridades chinas.
En el siglo XVIII la Compañía inglesa exportaba telas de lana británicas y algodones de la India a cambio de té chino, porcelana y seda. Pronto las importaciones de té fueron las más importantes de la balanza comercial británica. También se redujeron las exportaciones a China y la balanza comercial británica se vio desfavorecida. Debían pues pagar la parte del té restante con plata que era escasa, lo que obligó a los británicos a buscar algo que compensara las pérdidas y les diera beneficios: el opio. El opio estaba prohibido en China y la Compañía británica no comerció directamente con él sino que dejó que lo hicieran empresas privadas pero sí fue responsable de su cultivo y procesamiento a gran escala en India.


En la tercera década del siglo XIX se hizo evidente que el tráfico de opio era el negocio más lucrativo y quizá el único lucrativo para algunas empresas británicas que operaban el el sudeste asiático. En esta época el opio invadía el mercado negro chino y, como es de suponer, se convirtió en el tema de máxima preocupación del gobierno chino. Un funcionario de Cantón, el comisionado Lin, ordenó la confiscación de unas veinte mil cajas de opio de los barcos británicos y se negó a pagar indemnizaciones. Este incidente indignó a los comerciantes occidentales que tenían como bandera el libre comercio, aunque se tratara de comerciar con un producto nefasto. Como consecuencia tuvo lugar la primera Guerra del Opio en 1840 que duró dos años y terminó con un tratado que obligaba a los chinos a ceder Hong Kong a los británicos por un período de 150 años, abrir cinco puertos chinos a los comerciantes extranjeros e indemnizar a los que habían sido perjudicados.


Hacia 1850 apareció en escena un nuevo modelo de nave, hermosa y veloz, “la dama elegante de los mares” la llamaban. Eran los clipper. A finales de abril recolectaba la primera cosecha de té en China, la más apreciada y esperada, pero hasta primeros de junio los clippers no estaban cargados. Entonces, ya estibados, emprendían una carrera sin cuartel por los mares embravecidos y peligrosos hasta llegar a Londres donde el primero en llegar recibiría un premio en metálico por tonelada de té aportada. Tardaban 100 días o más.  En la época victoriana la carrera de clippers cargados con la primera cosecha de té de China a Londres era seguida anualmente desde la metrópoli con entusiasmo. La llegada de los clippers Ariel y Taeping en 1866 , al mismo tiempo, fue emocionante.

    Ariel and Taeping, por Jack Spurling

Aparte de la primera cosecha, la más apreciada, había tres más siempre en verano.
Cuando se abrió el Canal de Suez en 1869, el mundo de los clippers quedó fuera de combate y acabó de darle la puntilla la entrada en escena de los barcos de vapor. Los nuevos vapores por el Canal tardaban solo 44 días frente a los 100 de los clippers más veloces que tenían que pasar por el Cabo de Buena Esperanza.
La Compañía Inglesa de las Indias Orientales fue la empresa más poderosa que jamás ha existido, si hoy en día uniéramos las más importantes multinacionales, no llegarían a tener el poder que detentó aquella. Estaba formada solo por comerciantes pero poseía más de cien navíos que estaban tan bien armados como los de la Royal Navy. Su poder político era indiscutible de 1600 a 1859.
Mientras tuvo el monopolio del comercio del té cuya demanda aumentaba exponencialmente, no había porque preocuparse pero en 1833 se abolió el monopolio. Para entonces, sin embargo, la Compañía ya había iniciado el cultivo del té en India y podía competir con la mismísima China.


La implantación del cultivo del té en India fue una aventura extraordinaria por parte de los británicos. Desde mediados del siglo XVIII, los botánicos se dieron cuenta de que las plantas y las semillas valían tanto como el oro pues podían transportarse de un continente a otro y eran esenciales para la prosperidad del Imperio Británico, así se iniciaron los cultivos de café, de caucho, de té y otros.
La Compañía mandó en 1935 a G. J. Gordon a China con la misión de obtener semillas de té (Camellia sinensis) y chinos conocedores de los secretos de su cultivo y manufactura, aunque fuera con tretas poco edificantes. Ese mismo año en India descubrieron plantas silvestres de auténtico té (Camellia assamica) en las selvas de Assam. Al año siguiente Gordon llegó al puerto de Calcuta con ochenta mil semillas que fueron depositadas para su cultivo en el Jardín Botánico de la ciudad. Así empezaron dos tipos de cultivo del té en India, el del té chino resultante de las semillas importadas o mejor dicho robadas, y el del té autóctono recién descubierto en Assam, región selvática prácticamente inaccesible.


Fue una aventura épica que dio como resultado el fin de la supremacía china en el comercio del té pues sus métodos de cultivo, que no habían cambiado en siglos, no pudieron competir con los nuevos métodos extensivos y la manufactura con maquinaria moderna que aportaron los británicos. En solo 30 años los británicos modernizaron una industria que había permanecido inmóvil durante siglos.







3 comentarios:

superj a 10.710 km dijo...

chapeau
un verdadero tratado sobre el tema
ahora entiendo el prolongado silencio del blog : te habrá tomado un bueeeeen tiempo -un tiempo laaaaargo, no uno bondadoso-
y publicarlo en agosto, cuando españa cierra por vacaciones...
la verdad, el mundo occidental y cristiano ha causado tantas barbaridades...
recién en el siglo 21 china nos está pasando la cuenta
mi preferencia personal sobre el té : el de darjeeling, india
yo, de opio, nada de nada
no tengo vicios, soy religioso ; bebo el néctar de los dioses
de los dioses grecorromanos, claro
felicitaciones & biiiiigabrazo
superj

Styrous dijo...

Una maravillosa historia del té. Gracias.

Ana M Briongos dijo...

Superjorge desde Chile me manda este comentario:
chapeau
un verdadero tratado sobre el tema
ahora entiendo el prolongado silencio del blog : te habrá tomado un bueeeeen tiempo -un tiempo laaaaargo, no uno bondadoso-
y publicarlo en agosto, cuando españa cierra por vacaciones...
la verdad, el mundo occidental y cristiano ha causado tantas barbaridades...
recién en el siglo 21 china nos está pasando la cuenta
mi preferencia personal sobre el té : el de darjeeling, india
yo, de opio, nada de nada
no tengo vicios, soy religioso ; bebo el néctar de los dioses
de los dioses grecorromanos, claro
felicitaciones & biiiiigabrazo
superj