
El que está acostumbrado a vivir en zonas con escasez de agua no necesita que nadie le diga cómo se debe ahorrar. Lo lleva dentro. Su madre y su abuela ahorraban agua y sus vecinos también, y la siguen ahorrando. Pero uno se olvida pronto de las escaseces si se traslada a la gran ciudad de un país donde el despilfarro es la norma. Norma moderna de pocas décadas pues no hace tanto tiempo que se ha entrado en esa dinámica del gasto por el gasto. Simplemente porque uno se lo puede pagar. El grifo abierto mientras se lavan los platos, mientras se lavan los dientes. El váter se tira cada vez que se usa incluso si sólo se ha orinado. Me diréis que es de limpios el tirar cada vez el váter. Sí, lo es, y sería ideal hacerlo si estuviéramos en un planeta donde el agua fuera superabundante. Pero resulta que no lo es. Resulta que es el bien más escaso y más importante para la supervivencia del ser humano. Así que debemos empezar a saber ser limpios, limpísimos, sin malgastar. Una educación que se recibe desde el día en que se nace en muchos lugares del mundo.