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7.7.10

Homa Tarzi y sus vestidos


Homa Tarzi, la mujer afgana de la cual he escrito en la entrada anterior, tuvo que empezar de cero cuando llegó a Nueva York con su pequeño hijo Sidiq. Huía de los bombardeos de Teherán y no podía regresar a su país, Afganistán, por la inseguridad que se produjo después de la invasión soviética y la posterior guerra civil. Estaba cursando un doctorado de literatura persa en la Universidad de Teherán cuando la conocí pues, como he contado, compartíamos habitación en una residencia de estudiantes de la capital iraní.

Recién llegada a América e instalada en el barrio de Queens de Nueva York, se dio cuenta de que para subsistir no podía confiar ni en sus dotes de poeta ni en sus conocimientos de literatura sino que debía encontrar trabajo inmediatamente. Como era una mujer emprendedora, con un buen gusto innato y conocimientos de costura, preparó unos papeles impresos a manera de tarjeta de presentación donde se ofrecía para coser botones, dobladillos y reformar vestidos y trajes.

Los repartió por los buzones del barrio y empezaron a aparecer clientes. Así comenzó una etapa de su vida, de silencio y trabajo, que ha durado muchos años .

De arreglar dobladillos pasó a diseñar sus propios modelos. Corrió la voz entre la comunidad iraní de Nueva York y en especial entre las mujeres de la comunidad judía iraní que empezaron a encargarle los vestidos que iban a lucir en bodas y fiestas.


Ella les hablaba en su propia lengua y además tenía la capacidad de aconsejarlas respecto al peinado, los zapatos y las joyas que debían llevar con este o aquel vestido. Incluso empezó a crear sus propios complementos. Así se convirtió en la consejera imprescindible, siempre discreta, educada, simpática y amable. Como sabía el modelo que iba a llevar en cada fiesta gran parte de las invitadas, procuraba a la hora de diseñarlos que no fueran parecidos, para que las señoras al encontrarse no tuvieran sorpresas desagradables. Los modelos de Homa eran secreto máximo, aunque todas la visitaban, ninguna veía ni sabía nada antes de la fiesta del modelo que llevarían las otras. Homa trabajaba de día y de noche. Contrató algunas mujeres para que la ayudasen. Creó decenas de vestidos que se pueden admirar ahora en su Web www.homatarzi.com.

Años después la descubrió uno de los dueños de Sacks Fifth Avenue y le ofreció ir a trabajar a su tienda de la Quinta Avenida. Allí se encargaba de la sección de alta costura y seguía creando sus complementos que vendían en el local comercial. Cuando alguna persona importante fallecía Homa era la encargada de escoger los modelos para los familiares, especialmente para ellas, y llevarlos al domicilio del finado antes del funeral. Atendió a familias de presidentes de los Estados Unidos, políticos importantes, directores y artistas de cine y multimillonarios famosos. Luego la contrataron en Armani y ha sido hasta hace poco la directora de todos los talleres de reformas que la firma italiana tiene en los Estados Unidos. Con decenas de mujeres costureras llegadas en su mayor parte de países sudamericanos bajo su responsabilidad, Homa consiguió un trato personal agradable, les dio la oportunidad de aprender y exigirse para llegar a la excelencia en los acabados, montó un escalafón de promoción y mejora de salarios y escuchó y trató de solucionar todos los problemas personales que le planteaban.
Últimamente está trabajando en Lord & Taylor, otra cadena de tiendas de moda de alta calidad.
Su poesía ha estado oculta desde que llegó a América. Ahora ha empezado a dar a conocer su secreto tantos años guardado, a través de su página en Internet. Su padre murió en Kabul porque, a pesar del desastre, nunca quiso salir de su país aunque aconsejó a sus hijos que se fueran. Su casa quedó abandonada durante las décadas de una guerra que todavía no ha terminado. Todo el sufrimiento por un país destrozado, por sus gentes, por un futuro incierto, está en la poesía de Homa, oculta, que quizá ahora vaya saliendo a la luz.

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