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5.7.10

Homa Tarzi, de Kabul a Nueva York pasando por Teherán

Homa y yo en el Park-e-Farah de Teherán en 1974

Se abrió la puerta de la habitación y apareció ella como un huracán. Llevaba un moderno abrigo de astracán negro ribeteado de zorro plateado. Era hermosa y miraba de frente con unos ojos muy abiertos. Una sirvienta de la residencia la seguía con las maletas. Le ordenó que las dejara en una esquina y la despidió con palabras de agradecimiento y una propina. Esta chica está acostumbrada a mandar fue lo primero que pensé. Después se presentó, me dijo su nombre, Homa, y su país de origen, Afganistán. Intercambiamos pocas palabras, abrió las maletas y lo primero que hizo fue pegar en la pared junto a la que iba a ser su cama una serie de fotografías pequeñas entre las que aparecía en lugar prominente su madre fallecida cuando ella era una niña. Luego empezó a ordenar sus cosas en el armario que debíamos compartir de ahora en adelante. Pegó con chinchetas en la parte interior de la puerta un panel de plástico con bolsillos y fue metiendo en cada uno de ellos preciosos sujetadores de blonda y braguitas a juego. Una colección obtenida poco a poco tras cada viaje a Paris de sus hermanos, me contaba mientras la observaba. Zapatos y botas, vaqueros, vestidos, minifaldas… Finalmente extendió en el suelo una alfombrita de rezo, se colocó un chador blanco de fino algodón y rezó.
Observaba toda la operación desde mi cama y pensaba en lo diferentes que debíamos ser, yo no era religiosa y solo tenía dos o tres sujetadores de algodón sin encajes que además no hacían conjunto con nada. Hacía pocos días que había llegado a Teherán desde Barcelona, en España, después de haber recibido una beca para estudiar persa en su universidad, y me habían alojado en la residencia femenina de estudiantes de la calle 21-e-azar muy cerca de la universidad. Yo había terminado una licenciatura de 5 años de física en la Universidad de Barcelona y había sido una activista estudiantil. En esa época universitaria solo tenia amigos chicos, las chicas no me interesaban. Había estudiado el bachillerato en un instituto femenino como todas las niñas pues en los años de la dictadura de Franco en España la educación no era mixta. Cuando entré en la universidad y en física donde la mayoría de estudiantes eran chicos, me di cuenta de cuántas cosas les interesaban a ellos desde el bachillerato, ciencia, filosofía, historia, literatura, poesía, a nosotras aparte de las lecciones obligatorias máximo la literatura nos había interesado y nuestras conversaciones trataban solamente de chicos. Me pasé al bando masculino y no quise saber nada más de chicas. Pero ahora en la residencia de Teherán y por primera vez iba a tener que compartir mi vida con una chica. Me sentía escéptica respecto al éxito de la convivencia.
Al día siguiente Homa recibió la visita del embajador de su país. Las directoras de la residencia prepararon una gran recepción para el representante diplomático del país vecino y su esposa, y después Homa llegó a la habitación con un precioso ramo de flores y cajas con dulces. Homa y yo hablábamos en inglés entre nosotras y en adelante asistiríamos a la misma clase en la universidad. Ella sabiendo perfectamente la lengua pues el persa era la suya y yo sin saber nada de nada ni siquiera el alfabeto. Un error burocrático que no hubo manera de deshacer hizo que me pusieran en clase de doctorado de literatura persa. Después durante el curso me ayudaría con paciencia.
Redistribuimos los muebles de nuestra habitación, Colocamos las camas en perpendicular y en el hueco que formaban las cabeceras una mesa servía para reposar el radiocassette donde a partir de entonces sonaban las músicas que ambas habíamos traído de nuestros países. La de ella era música afgana e india y la mía Beatles, Stones, flamencos y otros músicos del momento. Después las compañeras de la residencia nos pasaron sus cassettes y empezamos a oír a Gugush, a Dariush y a otros. Cada una, con el tiempo, empezamos a disfrutar con la música de la otra y comentábamos el significado de las letras y los sentimientos que nos producían. Un día mientras estaba escuchando una canción que me gustaba mucho de los Beatles “because the sky is blue it makes me craaaaay” Homa jocosa dice:

-Si en Afganistán tuviéramos que llorar porque el cielo es azul, estaríamos siempre llorando.

La quería matar, para mí ella no entendía nada.
Con el tiempo empezamos a entendernos, a reírnos y a bromear de nuestras respectivas manías. Homa consiguió convencerme poco a poco con su extrema delicadeza exenta de mojigatería. Yo creo que en poco tiempo se dio cuenta de que conmigo no había que aparentar y que yo no entendía el juego social que se mantenía desde tiempos ancestrales en Afganistán e Irán, un lenguaje de apariencias y convenciones sociales. Ayudó a cimentar nuestra amistad el hecho de que las dos estábamos lejos de casa, las dos éramos extranjeras y en definitiva las dos éramos libres.
En nuestra habitación había siempre un jarrito con flores que ella se encargaba de escoger, colocar y cambiar puntualmente. Teníamos plantas en el balcón, que Homa regaba todas las mañanas con los restos del té que quedaba en la tetera que ella misma había preparado para desayunar las dos y que decía era muy bueno para las plantas.

Era una persona educada, abierta y sin complejos. En la residencia femenina de estudiantes donde compartíamos duchas y baños con las otras residentes mostraba su cuerpo sin tapujos. Tenía un buen gusto innato y era bella y muy atractiva. Lucía un pelo abundante, suelto, negro, brillante y ondulado. Sus ojos eran grandes, oscuros y los llevaba bien abiertos. Su cara era ancha y despejada y cuando hablaba, siempre muy convencida de lo que decía, contraía el rostro para terminar mostrando una saludable dentadura blanca.
Aquella era la primera vez que salía de su Afganistán natal, una tierra desde el punto de vista iraní pobre y poblada por bárbaros, y para mí ella llegó a ser el símbolo de la mujer moderna, sensible, educada, inteligente y segura de si misma. Fruto de una élite avanzada e intelectual que dio con Homa su mejor fruto.
Hija pequeña de una familia de varios hermanos y hermanas bastante mayores que ella y todos bien situados con carreras universitarias, Homa quedó huérfana de madre en su infancia y vivió su adolescencia en Kabul con su querido padre que era historiador.
Homa con su padre en Kabul, 1974

Cuando llegó a Teherán dispuesta a cursar su doctorado en literatura persa, ya tenía una sólida trayectoria en su país como poeta a pesar de su juventud.
En la pared junto a su cama, aparte de la fotografía de su fallecida madre, colgó las de sus poetas preferidos.

Y las dos teníamos como talismán un gran póster con la cara de un hombre afgano que nos miraba fijamente desde la pared con unos ojos color de miel y cuyo turbante era una simple cuerda enrollada en la cabeza. Lo llamábamos “el malang de Pagman” y para nosotras era la pura representación del hombre ideal, el simbolo de un mundo nómada, sin ataduras, lleno de ideas, amor, belleza y poesía.
Poníamos motes a los profesores y cualquier cosa nos hacía reir. Íbamos alguna vez al restaurante mexicano aunque gastábamos poco porque nuestra economía no nos lo permitía. Hacíamos visitas al bazar donde nos quedábamos boquiabiertas mirando los escaparates de las joyerías.
Cuando llegaron los exámenes me dejaba mensajes de buena suerte sobre la mesa junto a una rosa y cuando regresaba me esperaba con un pastel para celebrarlo.
Cuando terminó el curso ocurrió una desgracia en la residencia, ajena a nosotras, que interrumpió de golpe nuestra estancia. Homa regresó a Kabul y yo a Barcelona. Aquel verano la visitamos en Kabul mi hermano y yo y conocimos a su padre y a sus hermanos y hermanas. Después ella regresó a Teherán y yo me quedé en Barcelona aunque viajaba a menudo por trabajo a Irán. Los acontecimientos políticos de nuestros países condicionaron nuestras vidas. En España murió el general Franco y celebramos la llegada de un gobierno democrático. En Afganistán, en cambio, terminó la monarquía, llegaron los gobiernos comunistas y la invasión soviética, en Irán se fue el Shah y llegó Khomeini con su república islámica y empezó la guerra contra Irak. Homa se fue a vivir a los EEUU con su pequeño hijo Sidiq y allí tuvo que empezar desde cero, trabajando duramente, de día y de noche. Consiguió situarse en el mundo de la moda y la he visto fotografiada junto a Giorgio Armani cuando era directora de los talleres de esta firma. Siempre con la tristeza de ver a su país, Afganistán, inmerso en un torbellino de violencia sin fin.
La he visitado en New York y ella y su actual marido han venido a nuestra casa de Barcelona.
Cuando mi hija estuvo estudiando cine en NY, Homa le preparaba comida para toda la semana y asistió a su graduación.
Homa es mi heroína y muy querida amiga.

2 comentarios:

  1. Dsde luego has viajado mucho!
    Me encanta tu blog y llevo un par de días leyendo todo lo que puedo de él

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  2. Uh, qué bueno que es viajar. Siempre que viajo extraño un poco la comida mexicana, aunque no tanto porque en todos lados encontrás un restaurante de comida mexicana.

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