Después
de muchas elucubraciones sobre quiénes se iban a presentar como candidatos a las
elecciones presidenciales del 14 de junio en Irán y, luego, una vez presentados,
cuáles de ellos serían aceptados por el Consejo de Guardianes, el martes pasado
la televisión estatal reveló la lista final de candidatos. Entre ellos no están
ni Rafsanyaní, el favorito de los reformistas, ni Mashaeí, el favorito del
actual presidente, Ahmadineyad y de sus seguidores.
Ya
se venía anunciando este veto en los periódicos, en las redes sociales y en la
calle.
El periódico conservador Keyhan cuyo director es nombrado a dedo por el Líder
Supremo, pedía en una editorial a los miembros del Consejo de Guardianes que
descalificaran a Rafsanyaní, no solo por su edad, sino también porque era el
favorito de todos aquellos que son contrarios al régimen y enemigos del país.
El Líder Supremo, Ayatollah Ali Jameneí, visto lo ocurrido después de las elecciones del 2009 con las grandes manifestaciones reclamando “¿Dónde está mi voto?”, quiere asegurarse la tranquilidad y dar sólo la oportunidad de competir a los más afines al régimen. Todos del mismo color o casi. Ningún candidato al que puedan asirse con ilusión los discrepantes, aunque saben que incluso esa discrepancia entre los políticos iraníes actuales es mínima. Pero es algo.
El Líder Supremo, Ayatollah Ali Jameneí, visto lo ocurrido después de las elecciones del 2009 con las grandes manifestaciones reclamando “¿Dónde está mi voto?”, quiere asegurarse la tranquilidad y dar sólo la oportunidad de competir a los más afines al régimen. Todos del mismo color o casi. Ningún candidato al que puedan asirse con ilusión los discrepantes, aunque saben que incluso esa discrepancia entre los políticos iraníes actuales es mínima. Pero es algo.
De los 680 ciudadanos que se registraron para competir, pues se puede registrar
cualquier iraní que así lo desee, sólo 8 han sido aceptados, entre ellos el
alcalde de Teherán, Mohammad-Bagher Ghalibaf, un antiguo
ministro de asuntos exteriores, Ali Akbar Velayatí, un reformista con pocas
posibilidades, Hassan Rouhaní y el más fuerte entre todos y favorito del Líder
Supremo, Said Jalilí, jefe de las negociaciones nucleares.
Ghalibaf Jalilí Rouhaní Velayatí
Ghalibaf Jalilí Rouhaní Velayatí
Hace un mes estaba
en Irán donde me hablaban de las futuras elecciones presidenciales con la
esperanza puesta en Jatamí, el que fuera presidente antes de Ahmadineyad,
conocido reformista aunque clérigo y seyyed (luce turbante negro signo
de su condición de descendiente del Profeta). Jatamí ponía como condición para
presentarse a las elecciones la suspensión del arresto domiciliario en que se
encuentran los que fueron candidatos en las elecciones del 2009 (ver entrada anterior
en este mismo blog). Esa suspensión no se produjo, signo de que el Líder
Supremo no pensaba dejar ni el más mínimo resquicio a los reformistas y que no
iba a permitir que la situación se le fuera de las manos como ocurrió con las
elecciones del 2009 y el posterior Movimiento Verde. De hecho se empezó a
encarcelar a periodistas, a hijos de políticos y a otras voces disidentes.
Jatamí no se
registró dejando la vía libre a Rafsanyaní, otro clérigo (éste de turbante
blanco y por lo tanto no seyyed), un astuto, rico y con fama de corrupto
político que desde la Revolución ha
estado siempre en primera fila de cuanto se ha cocido políticamente en Irán.
Con el veto a
Rafsanyaní se van al traste las esperanzas para una política exterior más
abierta. Jameneí, el Líder Supremo, el único que realmente manda y lo hace en
nombre de Dios según dice la Constitución, y sus afines, se enrocan en el
aislamiento y se empecinan en mantener a su pueblo pasando penurias con su
actitud extremadamente intransigente. Son adalides de la resistencia ante los
intereses occidentales, pese al duro embargo a que son sometidos, como Fidel o Chavez.
Como consecuencia entre los jóvenes de los países musulmanes y no son jóvenes
fundamentalistas, hay una admiración ante esa resistencia iraní y quienes la
alimentan. Los que lo viven en sus propias carnes lo ven de otra manera.
Shirín Ebadí,
abogada y Premio Nobel de la Paz, decidió hace tiempo que no votaría mientras
las cosas siguieran así y se lo oí decir en persona cuando dio una conferencia
en Casa Asia en Barcelona. No votaba por principio, decía, porque las
elecciones no son libres aunque sean por sufragio universal y tengan derecho de
voto hombres y mujeres iraníes mayores de dieciocho años, pues los candidatos
que finalmente compiten han pasado por el cedazo del Líder y su Consejo de
Guardianes. Aunque también dijo que comprendía a los que todavía mantenían la
ilusión de que algo podía cambiar si ganaba un reformista y votaban.
Votar o no votar,
esta era la cuestión hasta hace dos días. Ahora muchos más se han apuntado al
bando de la abstención. Pero fijaros bien en lo atada y bien atada que tiene
Jameneí la cosa, que estas elecciones presidenciales coinciden con las
elecciones municipales y, sobre todo en las ciudades pequeñas y en las zonas
rurales, los ciudadanos quieren participar en la elección de quien va a ser su
alcalde. Por lo tanto Jameneí tiene además probablemente la participación
asegurada.
Gracias por su esclarecedor comentario. Esperemos los resultados del 14 de junio. La posición de Irán respecto a Siria le ha hecho perder muchos puntos entre los árabes. Sobre todo aquellos que han luchado en las llamadas "primaveras árabes".
ResponderEliminar