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15.10.12

Uzbekistán para futuros viajeros



Acabo de volver de Uzbekistán y antes de que el quehacer diario aleje de la memoria los acontecimientos más destacados del viaje, voy a hacer unos comentarios que pueden ser útiles para futuros viajeros.
 
No acostumbro a viajar en grupo y menos con todo organizado hasta el último detalle, pero esta vez como el tiempo de que disponíamos mis amigas y yo era corto, decidimos confiar en De Viaje.
 
 
Después de haber vivido en Afganistán e Irán y de haber leído mucha literatura de viajes, escrita por viajeros de todos los tiempos sobre aquella parte del mundo, la zona de transoxiana o sea la tierra que se extiende más allá del río Oxus, el actual Amu Daria, Uzbekistán era mi asignatura pendiente. Si un ramal de la Ruta de la Seda que yo conocía bien pasaba por Bamyan, el monasterio budista donde el gran buda excavado en la montaña, hoy desaparecido por la barbarie talibán, daba la bienvenida a los antiguos viajeros desde la lejanía, con sus destellos de oro. El ramal que iba por el norte, al otro lado del Oxus, me era todavía desconocido. Samarkanda, Bujara, Jiva, todo nombres míticos que recuerdan a Alejandro Magno y, sobre todo, a Tamerlán.
 
Nuestro grupo estaba formado por mujeres con edades comprendidas entre los 50 y los 70 años, unas todavía activas laboralmente, otras ya jubiladas.
 
Escogimos el recorrido habitual que ofrecen las agencias de viajes pero añadimos un día porque nos interesaba visitar el valle de Fergana.
El recorrido por el país uzbeko empezó en Taskent, la capital, donde llegamos de noche con Turkish Airlines, una compañía estupenda, haciendo escala en Estambul.
El proceso de sellar los pasaportes a la llegada en el aeropuerto de Taskent, es demencial. Se forma un tapón de personas que se apretujan sin ningún orden ante unas lejanas garitas de policías. Total, casi 3 horas de pie para salir del aeropuerto. Un guía, Rasul, que habla en castellano, nos esperaba con la furgoneta a la salida. El “Tashkent Palace Hotel” impecable y con Wifi en el lobby.
La visita a Taskent la dejamos para el último día y partimos a la mañana siguiente hacia Samarcanda en un flamante Talgo de fabricación española, rápido y cómodo. El Samarkanda Plaza, es un buen hotel, donde en esta época del año, cuando el clima es benigno, no paran de llegar autobuses llenos de turistas europeos, se ve que Uzbekistán está de moda. El bufet del desayuno es variado y abundante y tiene Wifi. Samarcanda es menos de lo que una esperaba. El problema es debido a su nombre mítico y a las fantasías que se han creado a partir de él. Pero fue bueno empezar el recorrido por esa ciudad porque la belleza va en aumento en Bujara y Jiva.
 
Llegamos a Bujara en furgoneta y fueron unas horas de viaje agradables. Pudimos parar a comer en un restaurante de carretera y visitar mercados de pueblo con sus tenderetes de fruta y de panes circulares como tortas. El hotel Asia Bujara es enorme, con pasillos largos porque está construido en horizontal. Su decoración es kitch, con cortinas de tul azul celeste, y está muy bien situado pues se puede ir andando a todas partes. Pasear por Bujara es una delicia, entre paredes de adobe y cúpulas. Wifi libre en el hotel sin necesidad de pedir contraseña. Buen desayuno con yogur, requesón, mermeladas, huevos fritos, fruta etc.
 
El viaje en furgoneta de Bujara a Jiva es un martirio. Hay que saberlo. Son nueve horas de traqueteo para hacer 450 km a través de un desierto interminable y poco interesante y una carretera impracticable. Si se sabe y hay que hacerlo, no pasa nada, puesto que una vez en Jiva todo se olvida. El Orient Star Khiva es un antigua madrasa reconvertida en hotel, situada dentro de la fortaleza. El patio interior es espacioso y una maravilla. Unos sillones frente a las habitaciones te hacen disfrutar de la tranquilidad y el silencio de un mundo oriental antiguo. Las habitaciones, sin embargo, son un poco claustrofóbicas porque no tienen más ventilación que una ventana alta sobre la puerta.  Una cosa compensa la otra. Hay Wifi y la situación es excelente, en medio de la fortaleza repleta de monumentos.
 
Vuelo de Jiva a Tashkent y luego a Fergana también en avión. El Club 777 en la ciudad de Fergana es un hotel con jardín agradable, gran piscina y edificios bajos su alrededor, que más parece estar en Suiza que en Asia central. El bufet de desayuno es correcto. Las cenas en el jardin del hotel con un chupito de vodka para terminar, son deliciosas.
 
Uzbekistán es un país resultón, y no lo digo en tono peyorativo, sino que expreso mi sorpresa al darme cuenta de que algo tan restaurado dé finalmente el pego. La antigua ruta de la seda cayó en decadencia hace siglos quedando sus restos abandonados. Pero los soviéticos se encargaron de restaurarlos y aunque lo hicieron con exageración, el resultado final es muy atractivo. Además la estabilidad del país ofrece seguridad a los viajeros. Se nota la influencia soviética pues no en vano han gobernado durante setenta años. Hace poco que es una república laica e independiente.
 
Los uzbekos amables y acogedores. Son musulmanes pero sin exageración. Nuestro guía, que fue educado hasta los diecinueve años en escuelas soviéticas, nos dice que él es un musulmán light, no come cerdo pero bebe vodka. También nos dice que si no hubiera sido por los soviéticos, ahora Uzbekistán sería como Afganistán, país con el que comparte frontera a lo largo de un tramo del Amu Daria, con talibanes y mujeres con burka. Además, un dictador que se mantiene en el poder desde hace años, gobierna con mano dura y frena los extremismos religiosos.
 
Me sorprendieron las sonrisas de oro de adultos y jóvenes, o sea dentaduras todas de oro, y las cejas corridas de algunas uzbekas, maquilladas a lo Frida Kalho o al estilo Qajar iraní. Y ya que me refiero a los persas, observé la gran influencia que todavía se observa en Uzbekistán de la cultura persa y del idioma persa. Los tajikos que viven en la república uzbeka hablan persa y algunas palabras uzbekas tienen resonancias del farsi. Y además también celebran el año nuevo por Nowruz, el 21 de marzo, cuando llega la primavera.
 

3.10.12

Una gran alfombra





En la feria de Teherán se ha presentado una alfombra de 2400 metros cuadrados. Cuatrocientos trabajadores han tardado dieciséis meses en confeccionarla, nudo a nudo. Tiene 40 nudos/cm2. 



La han encargado desde Omán para cubrir el suelo de una mezquita de la ciudad de Muscat. El precio: 3,2 millones de dólares.


Es la tercera alfombra más grande del mundo, según Payvand Iran News.